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El alcohol forma parte de muchas culturas, celebraciones y momentos sociales. Sin embargo, su consumo habitual, incluso moderado, puede acarrear consecuencias graves para la salud, especialmente para el hígado, uno de los órganos más vitales del cuerpo humano.

En España, el consumo de bebidas alcohólicas se sitúa por encima de la media europea, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El informe Health at a Glance 2025 indica que la media de alcohol puro por persona supera los 11 litros anuales, frente a los 8,6 litros de la media de la OCDE.

El alcoholismo no solo afecta al hígado, sino también al bienestar emocional y la salud mental.

Cómo afecta el alcohol al hígado

El hígado es responsable de digerir nutrientes, filtrar toxinas y almacenar energía. Aproximadamente el 90% del alcohol ingerido se metaboliza en este órgano, lo que lo convierte en la primera línea de exposición frente a los daños del etanol.Según la Fundación Española del Aparato Digestivo, al procesar el alcohol, las células hepáticas lo convierten en acetaldehído, una sustancia tóxica que puede desencadenar procesos inflamatorios, daño celular y, con el tiempo, enfermedades como la esteatosis hepática, la cirrosis o el cáncer de hígado.No existe un nivel completamente seguro de consumo. Incluso dosis bajas pueden alterar la función hepática, y los efectos se agravan cuando el consumo es prolongado o frecuente.

Cuáles son las bebidas alcohólicas más dañinas

Aunque todo tipo de alcohol puede perjudicar al hígado, los más peligrosos son los destilados blancos por su alta graduación alcohólica. Estas bebidas contienen entre 35 y 75 grados de alcohol, lo que acelera el daño hepático si se consumen en exceso.

Entre las bebidas más conocidas se encuentran:
  • Vodka: 40 a 50 grados.
  • Whisky: 40 a 50 grados.
  • Ron: 40 a 50 grados.
  • Ginebra: 40 a 47 grados.
  • Tequila y mezcal: 35 a 55 grados.
  • Brandy y coñac: hasta 60 grados.
  • Absenta: hasta 75 grados.
  • Grappa y pisco: 33 a 60 grados.
A mayor graduación, mayor impacto sobre el metabolismo hepático. Además, muchas de estas bebidas se consumen en contextos de alto riesgo, como fiestas o eventos con ingesta rápida.

Qué consecuencias tiene el consumo excesivo de alcohol

La ingesta continuada o elevada de alcohol se asocia a una larga lista de patologías. Entre las más frecuentes, destacan:

  • Daño hepático crónico (esteatosis, cirrosis, hepatitis alcohólica).
  • Riesgo cardiovascular y presión arterial alta.
  • Cáncer de hígado y otros tumores.
  • Trastornos mentales y de conducta.
  • Pancreatitis y problemas digestivos.
  • Accidentes cerebrovasculares y muerte súbita.
Si bien algunos estudios han sugerido posibles beneficios del consumo leve de ciertas bebidas como el vino, las organizaciones médicas coinciden en que los riesgos superan ampliamente cualquier posible efecto positivo.

Aunque se asocia a beneficios cardiovasculares, el vino también puede dañar el hígado si se consume con frecuencia.

Evitar el consumo excesivo, elegir bebidas de menor graduación y espaciar su ingesta en el tiempo son medidas clave para proteger la salud hepática y general. Además, la Estrategia Nacional sobre Adicciones (2017-2024) del Ministerio de Sanidad refuerza estas recomendaciones con campañas activas, especialmente dirigidas a adolescentes y jóvenes, los más expuestos al consumo temprano.

La moderación, la información veraz y las decisiones conscientes siguen siendo la mejor defensa frente a los daños del alcohol.

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