

Una buena alimentación no solo depende de qué se come, sino también de cómo se preparan y conservan los alimentos. En un contexto en el que la dieta mediterránea se encuentra en retroceso y los ultraprocesados ganan terreno, algunos pequeños cambios en la rutina culinaria pueden ofrecer beneficios inesperados.
Así lo ha explicado el dietista-nutricionista Aitor Sánchez en sus redes sociales, donde ha compartido una recomendación curiosa, pero respaldada por la ciencia, que afecta directamente a alimentos tan comunes como las patatas o la pasta.
Las patatas cocidas en la nevera: más saludables de lo que parece
Las patatas son un ingrediente básico en muchos hogares españoles. Cocidas, al horno o en guisos, su versatilidad es indiscutible. Pero, según explica Aitor Sánchez, hay una forma de aumentar su valor nutricional sin modificar su preparación ni su sabor: guardarlas cocidas en la nevera.

"Puede que suene a bulo o magufada, pero se trata de ciencia", señala el nutricionista. La clave está en un fenómeno conocido como retrogradación del almidón, que ocurre cuando alimentos ricos en almidón -como las patatas, el arroz o la pasta- se cocinan y luego se enfrían. Este proceso transforma parte del almidón en almidón resistente, un tipo de fibra que no se digiere en el intestino delgado y que favorece la microbiota al llegar intacta al colon, donde fermenta.
"Cuando este almidón lo cocinamos y posteriormente lo refrigeramos, sucede en él un proceso que se llama retrogradación del almidón. Como resultado, parte del almidón original se ha transformado y ahora se ha convertido en almidón resistente", añade el especialista.
Este cambio tiene varias ventajas: mejora la salud intestinal, reduce el índice glucémico del alimento y disminuye ligeramente su aporte calórico. Y todo ello, sin necesidad de modificar los ingredientes ni recurrir a suplementos.
Un truco sencillo con respaldo científico... y algunas precauciones
Según indica Aitor Sánchez, este efecto puede potenciarse con un pequeño truco casero. "Sabemos que este proceso se potencia si, antes de refrigerar la patata, le añadimos un poco de aceite. Así que aquí tenéis un truco muy bueno, y es el de un chorreón de aceite de oliva antes de mandarla al frigorífico".

No obstante, el nutricionista también hace un llamado a la prudencia: "No me parece un muy buen consejo porque quizás no casa muy bien con la seguridad alimentaria. No vaya a ser que haya un crecimiento bacteriano y nos ponga en riesgo". Por ello, destaca la importancia de conservar adecuadamente los alimentos cocidos para evitar intoxicaciones.
Además de ser saludable, esta forma de preparación es práctica. A diferencia del arroz o la pasta, la patata cocida refrigerada aguanta bien hasta tres días, lo que facilita la planificación de comidas sin comprometer la calidad nutricional. "Nos va a durar más que el arroz o la pasta en el frigorífico", asegura Sánchez.
Aun así, el experto insiste en que se trata de una medida complementaria, no de una solución milagrosa: "Simplemente se trata de un buen truco que puedes añadir a tu rutina". Recuerda que de nada sirve adoptar este hábito si se descuidan otros aspectos fundamentales de la alimentación: "La de gente que ahora ha empezado a meter la patata al frigorífico, pero no toma ni ensaladas, ni legumbres, ni hortalizas... eso no tiene mucho sentido".
El mensaje de fondo es claro: lo esencial sigue siendo mantener una alimentación saludable y variada, basada en vegetales, legumbres, alimentos frescos y técnicas culinarias sencillas. Solo desde ahí puede entenderse la utilidad de recomendaciones como esta, que refuerzan, pero no sustituyen, los pilares de una buena dieta.












