Dicen que el flamante secretario de Comercio Interior, Guillermo Hang, juega al fútbol muy bien y es delantero. En su paso por la Universidad Nacional de La Plata hizo dupla con el ahora ministro de Economía, Martín Guzmán, al que sus profesores y compañeros de entonces lo ubican más como un creativo, digamos, un enganche, es decir, el 10 que en todo caso debería hacerle meter goles al 9.
Algo así debería suceder ahora con el tándem en la gestión. De lo bien que le pueda ir al programa económico del titular del Palacio de Hacienda, dependerá el éxito que en todo caso podrá mostrar su nuevo subordinado.
Vale la aclaración futbolera: el puesto que dejó esta semana Roberto Feletti para nada es el de un virtuoso que se puede lucir en el ataque; es apenas el de un arquero que trata de que no le llenen la canasta dentro de un equipo que no pega una. Aunque se lleve todos los flashes, si no hay un plan con respaldo y coordinación política, hace años que desde ahí apenas se puede conseguir como mucho evitar algún que otro gol. Pero nunca te salvás de terminar goleado.
Hang, entonces, es la cara de un goleador que puede terminar goleado.
Y llega al cargo en un momento de definiciones, donde se cruzan los pronósticos extremos del número 100.
Por un lado, se suman los economistas que advierten que si no afloja rápido y si se acentúa la puja distributiva, la inflación se puede ir rápidamente del 75 u 80% a un 100% este año. Lo habían dicho en su momento figuras como Miguel Angel Broda o el diputado Luciano Laspina, uno de los armadores del PRO. Ahora lo discuten por ejemplo también los analistas Fernando Navajas y Daniel Artana, de la fundación FIEL.
Para el primero, hay chances de un costo de vida de tres dígitos por los desmanejos de la política. Si la inflación fuera 5,9% promedio de acá a fin de año, vas de cabeza. El segundo entiende que puede haber anclas que estabilicen la inflación en 80% o incluso algo menos.
Al mismo tiempo, los más de u$s 8300 millones de exportaciones que se registraron en abril de la mano de la fuerte mejora en los precios de lo que exportamos pero también de las cantidades, son un datazo.
Sería una locura, pero si la Argentina le vendiera al mundo algo parecido a eso todos los meses, te acercás a los u$s 100 mil millones, un delirio en un país que en promedio exporta u$s 60.000 millones y que el año pasado saltó a más de u$s 77.000 como un récord de la década.
Seguramente no va a pasar en lo inmediato, pero para los más optimistas puede estar a la vuelta de la esquina porque el mundo estaría girando para tirarnos un centro histórico.
En el borde entre esos dos pronósticos, el de la espiralización inminente y el de las posibilidades de que todo cambie groso, está moviéndose la política.
Sobre la remarcación desbocada pegan los discursos del cristinismo por la caída del poder adquisitivo: el "momento difícil que vive el pueblo" que resaltó ayer la vicepresidenta al saludar por el 25 de Mayo. Y claro está, también ahí hace eje la oposición, que olfatea que probablemente tenga que hacerse cargo de este balurdo en diciembre del año que viene.
Ojo, porque ahí asoman también respuestas muy diferentes, sólo por mirar dentro del recetario del PRO. El ex presidente Mauricio Macri volvió a dar entrevistas esta semana e insistió en que la inflación se resuelve "fácil", eliminando el déficit y cortando la emisión.
El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, en cambio, repite mil veces que es un tema "complejo" y hasta soltó que, como Feletti, quiere "desacoplar" los precios internos de los internacionales pero no con retenciones. Habló de un Estado que les pida a los productores que vendan por ejemplo trigo a precio diferencial en el mercado doméstico. Ajá. Libertarios acusándolo de socialismo en 3, 2, 1.
El presidente Alberto Fernández, en tanto, camina entre los restos de su imagen pública y trata de darse baños de actividad económica y modelo exportador en cuanto acto puede.
De ahí el acto con empresarios de primer nivel sobre la flexibilización del acceso a dólares para los que aumenten la producción de petróleo y gas. En ese sueño de la "oportunidad única" de venderle comida y energía al nuevo mundo pos invasión rusa es que dice que es "el único que siembra esperanza" y pidió que la reguemos.
Ahí es donde agrega, quiere "mantener firme la escalera" para que nadie quede "colgado del pincel" y para que los empresarios puedan dedicarse "a pintar las plantas", según ahondó.
Fue un martes lleno de metáforas, en el que el jefe de Estado hizo público también que quiere enviar un proyecto de ley para levantar una planta de licuefacción de gas para poder venderlo al mundo y generar divisas, pero donde al mismo tiempo las preguntas se multiplican.
¿Puede prometer reglas de largo plazo un gobierno con mil trabas para mostrar que maneja el corto? Abriendo el zoom desde el dron de la historia: ¿hay chances de coser incentivos de cambios duraderos si la inflación hace que todo dure nada?
Hay respuestas de todos los colores. Que el ciclo de precios altos de lo que vendemos vino para quedarse y da lo mismo qué tan finos seamos, igual vamos a terminar saliendo. Que acá está todo tan fiero que aunque nos llovieran más divisas nos las vamos a patinar y seguiremos siempre en la misma. Que hubo algún aprendizaje y que una generación harta del stop and go puede encontrarle la vuelta de forma conjunta a las restricciones de ayer, hoy y siempre.
Mientras tanto, el país ofrece postales que grafican la dificultad de gobernar y encontrar consensos le toque a quien le toque.
Hace un mes, un acampe en la principal avenida de Buenos Aires ponía de manifiesto la crisis, o como mínimo era el recordatorio de un universo de gente que vive con $ 16.000 de asistencia pública para esquivar el hambre. Ahora, la noticia es que una banda puede hacer siete shows completos con una entrada que en promedio cuesta lo mismo que aquellos planes sociales.