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En la intimidad de la cena en Olivos Alberto Fernández evidenciaba en su rostro el alivio de haber destrabado el acuerdo con el FMI que anunció un día después. No era para menos, apenas un par de días antes, el martes, las negociaciones con el organismo internacional se encaminaban a un directo fracaso y en la Casa Rosada hasta habían redactado una carta oficial para argumentar un quiebre del diálogo y el desenlace inminente del inquietante escenario del default.
Qué tema el de las cartas en el Frente de Todos, aunque finalmente la de Alberto nunca vio la luz. La novedad epistolar, como nos anoticiamos el lunes, llegó otra vez desde el ala kirchnerista de la coalición gobernante con la renuncia de Máximo a la presidencia del bloque de Diputados en rechazo al acuerdo con el Fondo, lo que abrió otra disputa de proporciones puertas adentro del oficialismo.
FMI: los tres escenarios que analiza Alberto Fernández para definir el acuerdo en el Congreso
En ese encuentro del jueves en Olivos y ante un reducido grupo de referentes de su confianza, como Juan Manzur y Sergio Massa, el Presidente ya trasuntaba la reacción K que se cocinaba. Máximo le había anticipado su decisión de no acompañar el entendimiento, una actitud que podrían seguir otros diputados de La Cámpora, complicando los planes del Gobierno de obtener una rápida aprobación del acuerdo en el Congreso.
"Esto es peor que lo de las renuncias", reprobó uno de los dirigentes de la mesa en referencia directa a la amenaza del portazo de los funcionarios kirchneristas tras la derrota en las PASO. Otro, más duro, habló de "mezquindad absoluta" y hasta de cierta "maldad" detrás de la actitud del hijo de la vicepresidenta.
El sentido de la posición de Cristina se coló en la charla. Alberto insistió en descartar una maniobra de su vice detrás de la decisión de Máximo, aunque nunca habló personalmente con ella para tener una certeza plena. El relato oficial después del lunes se concentró en machacar que se trataba de una posición personal del líder camporista, pero en el entorno más cercano al Presidente se multiplicaban las especulaciones que denunciaban la mano de Cristina motorizando el vendaval en la interna oficial. Su notable silencio tampoco ayudó a aliviar incertidumbres.
Quizá por todo eso y con un ímpetu que no había resonado antes, las voces del albertismo más duro y también la de sus virtuales aliados plantearon que el escenario le ofrece a su jefe una oportunidad única de hacerse de mayor autonomía.
Interpretan en la opinión pública una posición mayoritaria de respaldo al acuerdo con el FMI y al discurso más moderado que expresa el Presidente por sobre la tensión en que se inscribe el relato kirchnerista.
LA DISYUNTIVA DE ROMPER
Ahora ¿está Alberto en condiciones de romper con Cristina? En ese punto es donde se dividen las opiniones de quienes secundan al mandatario.
Sobresale un sector cada vez más crítico con el entramado K que advierte que la coalición oficialista ya está rota de hecho y que a Alberto solo le resta consumarla en la práctica. Alguno se lo deslizó abiertamente en la charla del jueves cuando expuso que la ratificación en todos sus aspectos de lo negociado por Martín Guzmán con el FMI puede ser una primera certeza en ese sentido. "Si te quedás en el medio te hacen huevo frito", resonó la ironía.
Otro grupo se muestra más cauteloso. Admite que el fuego amigo kirchnerista ya está instalado y habrá que surfearlo con inteligencia. Pero también expone los condicionantes que debería atravesar el Presidente enfrentado abiertamente con el mundo K y solo apalancado por un heterodoxo frente de gobernadores, sindicalistas y empresarios cuando aún le restan dos años de gestión por delante.
Allí conceden que romper lanzas con la vicepresidenta sería una jugada demasiado riesgosa frente a los desafíos que deberá sortear el Gobierno durante los próximos meses y descreen de nuevos gestos de Cristina para profundizar el quiebre interno.
MÁS CRÍTICAS A CFK
Unos y otros, sin embargo, coinciden en su opinión profundamente crítica del rol de CFK, a quien -sin tapujos- le reprochan actuar con "irresponsabilidad" y la acusan de "borrarse" ante las decisiones difíciles para evitar ensuciarse con el barro.
Sobran las voces que le cuestionan la "insólita" gira a Honduras y su arremetida contra el Fondo y los Estados Unidos en momentos en que Guzmán negociaba contrarreloj los aspectos más duros del acuerdo con el organismo y Massa y Manzur gestionaban el voto de confianza de Washington para respaldar el entendimiento.
Hasta qué punto el compromiso de la vicepresidenta con la necesidad del pacto con el FMI es real, es la inquietud que recorre los despachos de la Rosada. Para unos cuántos, las expresiones de Máximo ofrecen la verdadera respuesta.