

Joaquín Piña, quien murió hoy a los 83 años, fue un obispo con fuerte compromiso social que incursionó en política para frenar la reelección indefinida no sólo en Misiones, donde derrotó al kirchnerismo, sino para liderar una corriente opositora a gobernadores que pretendieron perpetuarse en el poder.
El religioso jesuita encabezó la lista de candidatos del Frente Unidos por la Dignidad (FUD) y en 2006 fue consagrado por el voto de los misioneros como convencional constituyente, en un plebiscito impulsado por el entonces gobernador Carlos Rovira.
El obispo, ya alejado de sus funciones al frente de la diócesis de Puerto Iguazú, se puso al frente de las deliberaciones que echaron por tierra las pretensiones no solamente de Rovira, sino de otros mandatarios provinciales allegados al kirchnerismo.
Es que el contundente triunfo de Piña en Misiones desactivó los proyectos reeleccionistas del jujeño Eduardo Fellner y el bonaerense Felipe Solá.
Desde aquella incursión en política, Piña fue tentado en varias ocasiones para ser candidato a un cargo electivo por fuerzas opositoras, tanto en el ámbito provincial como nacional, pero rechazó las propuestas con el fundamento de su trabajo pastoral, primero, y su retiro después.
Piña estuvo más de 20 años en Paraguay donde convivió con el gobierno de Alfredo Stroessner, hasta que en 1986, en una difícil tarea por su oposición al régimen del vecino país.
Fue designado por Juan Pablo II obispo de la nueva diócesis de Puerto Iguazú, desde donde se constituyó en un crítico de las políticas instrumentadas en los años 90
Una vez alejado de la diócesis y reemplazado por el obispo Marcelo Martorell, se constituyó en referente de la oposición a las reelecciones indefinidas en ámbitos ejecutivos de las administraciones nacional y provincial










