

Hoy Dilma Roussef recibió al primer ministro ministro de China, Li Keqiang, en medio de promesas de fuerte inversión del gigante asiático por 53 mil millones dólares. El espaldarazo de Beijing al gobierno de Rousseff llega en un momento clave: la presidenta atraviesa una crisis de gestión, con bajas cifras de popularidad (tiene un nivel del rechazo del 62%, el más alto desde 1992, según la consultora Datafolha) y enfrenta las consecuencias del escándalo de corrupción de Petrobras.
Como si fuese poco, los números de la economía brasileña no repuntan y los economistas ortodoxos piden hacen nuevos ajustes para retomar el sendero del crecimiento, una línea que Dilma no descarta pero que la pone en pie de guerra con los movimientos sociales, que siempre han apoyado al Partido de los Trabajadores.
En este contexto, la visita del jefe de gobierno chino resulta una oportunidad para que Rousseff mejore la imagen de su gobierno a los resultados de su política exterior.
Los recursos ya anunciados para el fondo de infraestructura incluyen la oportunidad de resolver parte del financiamiento para la construcción de ferrocarriles. En 2014, durante la visita del presidente Xi Jinping, se firmó un acuerdo para posibles inversiones de la empresa constructora Camargo Correa y la China Railway Construction Corporation para la construcción de una línea entre las ciudades de Lucas do Rio Verde se firmó (MT) y Campinorte (GO), que uniría el ferrocarril Norte-Sur. Se trata de uno de los tramos más importantes para los productores del grano del Medio Oeste, con casi 900 kilómetros y un costo de 5400 millones dólares. El proyecto aún no fue licitado y se espera un avance en este tema.
Salvación
En la víspera de la visita de la delegación china, la presidenta Rousseff pidió a los ministros Joaquim Levy (Finanzas) y Nelson Barbosa (Planificación) y a otros miembros de su gabinete una reunión preparatoria, en la cual también participó el embajador de Brasil en Beijing, Valdemar Carneiro Leao , según fuentes de la Cancillería.
Hasta último momento, se revisaron los puntos de acuerdo comercial entre ambos países. Para el Palacio del Planalto, el primer ministro chino es visto como un "salvador" en un año de ajuste económico fuerte y la aprobación de cada punto era fundamental.
De esta manera, Brasil aprovecha el apetito de China por América Latina y hoy el gobierno de Dilma espera poder dar dos buenas noticias extra: la firma de un nuevo protocolo de salud que permita al país volver a exportar carne bovina al gigante asiático y la compra de 22 aviones de Embraer para Tianjin Airlines.













