

A medida que se acerca la fecha de las PASO y el proceso de polarización se hace más visible, hay en los inversores una sensación de que el rumbo de la economía se juega como una moneda que da vueltas en el aire. Lo que traduce esa percepción es que puede salir blanco o negro, y que las consecuencias de una u otra posibilidad son bien distintas.
Sin embargo, hay dos situaciones que están presentes y que deberían ser tomadas en cuenta. La primera es que en la PASO son una suerte de gran encuesta, y su resultado va a generar una reacción inevitable en el electorado, con lo cual cabe esperar un reacomodamiento de cara a la primera vuelta de octubre. Va a haber un ganador y es probable que el resto de los votos se imanten alrededor de quien entre segundo. Las encuestas asignan esos roles a Alberto Fernández y a Mauricio Macri. El temor que se respira en estos días es que el reparto que se genere en las primarias entre los dos principales candidatos sea muy alto y que quede poco para reasignar en la siguiente votación. Si ambos suman 80% de los sufragios, se instalaría la sensación de un final menos permeable al cambio de votos o al voto útil.
La segunda situación es que algunos inversores "votan" después de las PASO, pero otros pueden hacerlo antes. Los fondos de inversión globales claramente son espectadores de todo lo que pasa en la Argentina, y no tienen ninguna vocación por cambiar el rumbo de su economía. Simplemente se anticipan y adaptan a la dirección que corresponda. Pero hay otros inversores a los que lo que pase el día de la elección y el siguiente les puede cambiar todo su negocio. Lo que deberían tener en cuenta es que con las acciones que ejecutan en forma previa a las instancias de votación también están influyendo. Hay una moneda en el aire, pero el lugar en el que caiga no depende solo del azar.
En este punto lo que asoma es la grieta entre el Gobierno y el círculo rojo. Los empresarios y muchos inversores externos están de acuerdo en un determinado formato de políticas, más cercanas al mercado y favorables a la inversión privada. De hecho, lo que teme este núcleo es que un triunfo de los Fernández implique un retroceso al Estado intervencionista. En público, no obstante, las posturas son mucho más recatadas. Tanto las compañías como las entidades empresarias prefieren ser neutrales y que en todo caso sean los candidatos los que acompañen y no a la inversa.
Nadie le va a pedir a un inversor que haga campaña por uno u otro candidato. Pero una buena contribución a la causa sería mantener estable la cancha. Es cierto que contribuir a que no salte el dólar puede parece un favor a Macri, pero darle impulso solo para tratar de cubrirse ante un resultado impredecible no ayuda a elegir de una manera más equilibrada.














