Uno de los principales estrategas de La Libertad Avanza sentenció: "¡No hay caso! Vamos a ir a votar en nuestro peor momento económico". Sin hacer más comentarios, suspiró, miró al cielo, buscó el atado de cigarrillos que guardaba en un bolsillo de su saco y como si aquella fuera una sentencia irrebatible, caminó en dirección al Patio de las Palmeras y se perdió por los pasillos de la Casa Rosada. Recién había terminado otra reunión semanal de la "Mesa Política Nacional" en la que el clima se había ido poniendo espeso. En el inicio, se repasaron posibles visitas de Javier Milei a distintos puntos del país para apalancar candidatos ignotos. Más adelante, se abocaron a cuestiones mundanas, como la queja de la dirigencia territorial por la ausencia de cartelería y folletería violeta en sus distritos. Y, hacia el final, se compartieron los últimos sondeos de opinión pública que llegaron a los despachos oficiales. Ese fue el punto que inquietó a todos los presentes: la catarata de datos negativos sobre la actualidad y las percepciones futuras de los ciudadanos de a pie generó un silencio espectral, interrumpido solo por la reflexión en voz alta del dirigente que, apoyado en una columna del edificio gubernamental, llenaba de nicotina sus pulmones. Es razonable y hasta natural que los oficialismos descrean de las encuestas, pero cuando una decena de estudios marcan la misma tendencia, los espacios políticos empiezan a tomarse los números en serio. Y esa mañana en el primer piso de Balcarce 50 los relevamientos le pusieron los pelos de punta a más de uno. A saber: Esos fueron apenas algunos de los guarismos que se compartieron en la mesa de coordinación electoral de LLA. Sin embargo, cuando el especialista en campañas dijo aquello de estar yendo a votar "en el peor momento económico" era consciente de que había que agregar otra arista conflictiva: el también pésimo momento político del oficialismo. No lo dijo en la reunión porque sospechó que ya era demasiado. Pero, después de consumir tres puchos al hilo, regresó a su oficina, subió el volumen de un televisor para escuchar qué decía un reconocido periodista de LN+ sobre José Luis Espert y vomitó sin rodeos ante su equipo chico otra frase que sonó dramática. "¡No pegamos una, viejo!", se lamentó. La polémica cercanía del primer candidato a diputado mileísta por la provincia de Buenos Aires con el empresario detenido por presunto narcotráfico "Fred" Machado tomó una espiral endiablada que ningún libertario presagió tan complicada. La orden que salió de la Quinta Olivos fue hacer una defensa a ultranza y calificar el affaire como "otra operación de los que quieren voltear al gobierno". El propio primer mandatario se abrazó a la granada para sostener a un dirigente que él mismo puso al tope de la lista, demostrando así que esta gestión ya no está dispuesta a entregar la cabeza de los que les generan problemas; lo sabe bien Eduardo "Lule" Menem, activo como siempre en sus gestiones habituales pese la estrategia de pretender esconderlo. Pese al apoyo de su líder, la falta de contundencia de las explicaciones públicas de Espert agravó la situación: aún con las boletas impresas con su cara, las presiones para que se baje se son insostenibles. Ante este panorama complejo, el Presidente se abraza más que nunca al apoyo, por ahora declamatorio, que llegó desde los Estados Unidos; de hecho, celebró como una victoria en un Mundial la confirmación de un nuevo encuentro bilateral con Donald Trump, el primero de un sudamericano en el Salón Oval durante el segundo turno del mandatario republicano. Pero, aunque el eventual alivio financiero que pueda traer el endorsement del norte sea relevante, nadie en Casa Rosada puede jurar que alcance para mejorar la percepción social de la administración libertaria en el corto plazo. Eso implicará, creen los más sensatos, tiempo, trabajo y hacer lo imposible para convertir a LLA en la fuerza más votada el 26/10. El riesgo es evidente: plantear la elección en un referéndum sobre Milei puede salir carísimo si la contienda no termina bien para el oficialismo.