La apuesta del gobierno para transitar su último año de mandato es riesgosa. Su estrategia es "planchar" el tipo de cambio en la medida en que puedan conseguir flujos frescos de dólares.

Sin embargo, resultará difícil salir del escenario recesivo con inflación elevada, destrucción generalizada del empleo y caída en el salario real (aunque más moderada que en 2014).

La disponibilidad de dólares puede provenir de fuentes tradicionales o alternativas. Eso no importa. Estos fondos pueden provenir de más tramos del swap con China, más préstamos contingentes del Banco de Francia, más fondos para el sector energético (YPF, Petronas), por un eventual arreglo con lo holdouts o por emisión al mercado. La magnitud de lo que se pueda conseguir será clave para delinear el 2015. Cuanto más significativos estos sean, menor presión cambiaria.

En cualquier caso, sin un flujo de dólares significativo, y con una elevada necesidad de emisión de pesos para financiar al Tesoro, las condiciones de tensión cambiaria en el mediano plazo no se modifican.

Hay que tener en cuenta que el humor social será endeble durante el próximo año. Si la presión cambiaria se modera, hay una posibilidad de lograr moderar la elevada nominalidad de la economía y con eso contener la inflación (que no bajará más allá del 30% en ningún caso) y evitar una gran pérdida del poder adquisitivo como la del 2014 y una profundización del deterioro del mercado de trabajo.