

La presión fiscal argentina, sin siquiera contar el impuesto inflacionario, esta en su máximo histórico. Nunca el Estado administró tantos recursos respecto al PBI generado por nuestra economía. Sin embargo los bienes y servicios públicos que recibimos son caros y de mala calidad. El Estado quiere hacer mucho, pero termina lamentablemente haciendo bien poco.
Cuando muchos advertíamos que la política de subsidios se había desmadrado y que debíamos dejar de subsidiar a los ricos concentrando recursos sólo en aquellos que los necesitan para también liberar recursos del Estado para otros fines, lo hacíamos con la esperanza de que el Estado reaccionara a tiempo. Era lo que en su momento llamábamos "sintonía fina".
El Gobierno, lejos de concentrar subsidios en quien los necesita, los siguió extendiendo. Por el efecto de los subsidios en algunos sectores desapareció la inversión privada y el Estado terminó subsidiando al consumo y también haciéndose cargo de la inversión necesaria para que esos servicios no colapsen. Un caso emblemático es el sector eléctrico. Casi toda la inversión depende del Estado y la calidad de servicio no para de caer.
En estos momentos el Estado subsidia en el orden del 90% del costo de generación eléctrica a nivel mayorista. ¿Alguien puede suponer que los sectores que necesitan subsidios representan el 90% del costo total de generación de electricidad? La industria, el comercio y los sectores de ingresos medios y altos son los beneficiarios del subsidio eléctrico.
El Gobierno sostuvo erróneamente durante algún tiempo que los subsidios generalizados favorecían el crecimiento de nuestra economía. La evidencia demuestra exactamente lo contrario, en la medida que se fue generalizando el subsidio a los sectores de mayores ingresos, el ritmo del crecimiento comenzó a bajar y ahora estamos perdiendo empleo y en el mejor de los casos estamos virtualmente estancados. No hay ninguna evidencia histórica que permita afirmar que subsidios a lo "Hood Robin" contribuyan al desarrollo sustentable de un país.
Los fondos para los subsidios salen de los impuestos, que proporcionalmente pagan más quienes menos tienen porque ya de por sí nuestro sistema impositivo es muy regresivo. Adicionalmente el déficit fiscal lo cubrimos con el impuesto inflacionario que en mayor medida afecta a los sectores de menores ingresos.
Cuando Aerolíneas Argentinas pierde plata en los vuelos internacionales, estamos subsidiando a los sectores medios/altos con recursos de todos.
Pero el problema ni siquiera termina ahí. Como el Estado se hizo cargo de las inversiones en sectores en los cuales podríamos aspirar a recibir inversiones privadas, distrae recursos de aquellas actividades donde sólo el Estado puede invertir.
¿Dónde es más probable que participe la inversión privada, en el sector de generación eléctrica o en la construcción de obras hídricas?.
Así, los sectores de menores recursos no solo subsidian el consumo de bienes y servicios de los sectores de ingresos más altos, sino que ven como las inversiones del Estado van para aquellos sectores.
El Estado Nacional no tuvo los fondos para avanzar en el plan hídrico de la Provincia de Buenos Aires pero tuvo los fondos para subsidiarle el pasaje de avión a los sectores de mayores ingresos de nuestra sociedad.
El Estado no tiene fondos para hospitales, rutas o viviendas, pero sí tiene fondos para subsidiarle la energía a los más ricos.
Si hay algo que tiene el Estado son recursos. Simplemente los asigna mal.
Las obras hídricas que hubieran permitido que muchos bonaerenses no sufrieran tanto se podrían haber hecho con los recursos que el Estado tuvo a su disposición. El Gobierno lamentablemente optó por subsidiar a los más ricos en perjuicio de los más pobres.
Parafraseando la canción de Piero: "Ahora todos dicen que hay que cuidar al inundado que se inundó. Pero se acuerdan que los parió para cuando el agua ya los tapó".











