

Hay personajes de nuestra historia que nos inspiran, y que definen nuestra identidad. Uno de ellos es San Martín, otro Belgrano. Personas que se destacaron por sus ideas y sus logros en una etapa fundacional del país que hoy es Argentina.
Treinta años tardó en cumplirse el deseo de San Martín. En su famoso testamento de 1844, el Libertador reclamó que a su muerte no hubiera funerales, que sus restos fueran al cementerio sin acompañamiento y que su corazón "fuese depositado en Buenos Aires". Gestos que definen al hombre, austero e interesado con dejar un legado de nacionalidad.
Entre su fallecimiento en Boulogne Sur Mer el 17 de agosto de 1850 y la llegada al país de sus restos, el 28 de mayo de 1880, pasaron casi tres décadas y las presidencias de Mitre y Sarmiento, dos de sus biógrafos más notables.
En 1857 Sarmiento escribió una biografía de San Martín en la que llamaba a cumplir con su mandato póstumo: "Su cadáver yace depositado en una de las capillas subterráneas de Notre Dame, de Boulogne-sur-Mer, embalsamado y encerrado en un cuádruple sarcófago, compuesto de dos cajas de plomo, una de madera de pino y otra de encina. Allí aguarda al viejo soldado la orden de su gobierno de volver a su patria, como lo ha solicitado en su testamento. Cuando sienta que no hay grandeza sin el nombre y las glorias argentinas, las cenizas de San Martín reposarán no lejos de su estatua ecuestre, a la puerta del cuartel de los Granaderos a caballo en el Retiro, dando frente al occidente, y señalando con su dedo hacia los Andes".
El 5 de abril de 1877, aniversario de la batalla de Maipú, el Presidente Nicolás Avellaneda anunció el regreso de los restos: "En nombre de nuestra gloria como Nación invito a mis conciudadanos, desde el Plata hasta Bolivia y hasta los Andes a reunirse en asociaciones patrióticas, recoger fondos, y promover la traslación de los restos mortales de don José de San Martín". La comisión fue presidida por el vicepresidente Mariano Acosta y funcionó en la biblioteca nacional.
Mitre inaugura la estatua de la Plaza San Martín en 1862, ocasión en la que reclama se cumpla la petición sanmartiniana. En 1864 se aprueba un proyecto de ley para financiar la repatriación, pero el operativo se mantuvo en un impasse una década y media más. Es que su hija, Mercedes, no quería separarse de los restos de San Martín que yacían en territorio francés. Sarmiento casi no insistió durante su presidencia.
Mercedes, quien estaba casada con Mariano Balcarce, ministro argentino en París, murió en tierra francesa en 1875, cuando tenía 58 años. Sólo a partir de su deceso se facilita el cumplimiento del testamento de San Martín. En una carta anónima publicada por un suscriptor en el diario La Nación, aparentemente escrita o impulsada por el propio Mitre, se reclama que se concrete el demorado regreso: "La Sra. Balcarce ha, desgraciadamente, fallecido, según lo anunciaron todos los periódicos de esta capital, hace un mes poco más o menos. Por consiguiente, ha llegado el momento de la reparación". Por entonces el ex presidente y dueño del diario estaba publicando los primeros tramos de su Historia de San Martín, que había empezado a escribir estando preso tras la fracasada revolución de 1874 contra la asunción de Avellaneda.
El buque Villarino recibe los restos en el puerto francés de El Havre y se encamina hacia una convulsionada Buenos Aires, de la que se había alejado San Martín cinco décadas antes por no querer inmiscuirse en las disputas internas. El 28 de mayo llegan los restos a la ciudad de su descanso final.
San Martín es uno de los hombres que mas influyeron en los acontecimientos de la Independencia del Nuevo Mundo. Junto a Bolívar, representa la resistencia revolucionaria frente a la dominación española; ambos recorrieron gran parte de la América, dando batallas y proclamando principios e ideas nuevas. Su nombre está incorporado en la historia de cinco naciones americanas, que se separaron de España y nacieron a la vida independiente.
Pero no todo fue militar en su vida: En El Santo de la Espada, Ricardo Rojas recupera el San Martín enfermo, el que cruza los Andes en camilla. San Martín vuelve a ser un hombre de carne y hueso, una figura laica y un moralista en acción. Estudiarlo, repasarlo, y recordarlo, nos permite seguir construyendo miradas sobre lo que fuimos y somos como sociedad.













