Es muy difícil determinar hoy qué tipo de señales necesita la economía argentina para poder salir de la profunda parálisis en la que cayó este año, por el doble impacto de la pandemia y la incertidumbre que se vive en torno al dólar y las reservas.

Es evidente que cualquier movimiento que ayude a alinear las expectativas del sector privado será bien recibido, pero en estos momentos hay una disparidad de opiniones sobre cuáles son las prioridades que debería atender el Gobierno y qué herramientas debería. Hasta el FMI aconsejó adoptar una política que restaure la confianza, pero con un asterisco tranquilizador: esas medidas deben estar calibradas para favorecer una recuperación de la economía y una contención de la pobreza.

Como se ha señalado en esta columna, la confianza es esquiva. Y todos le ponen un precio distinto. Hay analistas que creen que debería sincerarse el valor del dólar para que el mercado ajuste las cantidades ofertadas. Pero el Gobierno no cree ni está dispuesto a promover un golpe de timón que pueda desatar más inflación y desempleo.

Bastante ha sufrido la economía por la cuarentena, sostienen en la Casa Rosada, como para agregarle más nafta al fuego. Otros aconsejan que el BCRA active un swap de monedas con China o un préstamo de bancos internacionales que traiga un alivio transitorio a su escaso stock de reservas. Entienden que de ese modo el organismo podría relajar el súper cepo y habilitar un flujo de divisas que ayude a reanimar el nivel de actividad.

Por último, están los que requieren señales de equilibrio fiscal más firmes como forma de generar certidumbre. En ese lote se anotan los desencantados con el Presupuesto 2021, que esperaban algo más de equilibrio en los números proyectados. Si bien es cierto que desaparece el denominado gasto Covid (un cálculo que está atado a la evolución del virus y a la efectiva aparición de la vacuna) en lo formal hay un incremento de las erogaciones del sector público cercanas a 2%.

En una reunión del G24 previa a la asamblea del FMI, el ministro Martín Guzmán reafirmó el carácter reactivante y expansivo que le adjudica a la inversión del Estado. Lo hizo en referencia a la recesión global que causó el coronavirus e incluyó a la Argentina en esa referencia. Tal vez no haya sido el mejor día para revalidar esa creencia, en un contexto en el que los inversores quieren ver prudencia en el manejo de los recursos.

El Gobierno está encolumnado detrás de Guzmán, quien prefiere apostar a una corrección gradual. Espera que los exportadores traigan alivio con sus liquidaciones de dólares, mientras maduran otras señales que bajen la inflamación cambiaria y financiera. Las oportunidades del día estarán en manos de Alberto Fernández, que hablará en IDEA, y el Indec, que difundirá la inflación de septiembre. Por ahora el paso a paso no tranquiliza al mundo empresario.