La ofensiva parlamentaria abrió una brecha en el muro con el que el presidente Javier Milei pretende proteger el equilibrio fiscal y la política monetaria. Y, sobre todo, dejó expuesta la fragilidad política con la que el Gobierno atraviesa la recta final de la primera mitad de su mandato. El rechazo a uno de los vetos presidenciales, activado en una prolongada sesión en Diputados, deja en manos del Senado la aprobación de una ley que favorece a discapacitados y con la escasa representatividad que el oficialismo tiene en la Cámara Alta, sumada a un limitado ejercicio político para tejer alianzas con los gobernadores, el resultado en su contra parece ya un hecho. Sin embargo, el costo fiscal resulta menor frente a la posibilidad que se abría ante el tratamiento del veto al aumento de las jubilaciones, que finalmente logró mantener en pie. El Gobierno pensaba responder a un aumento forzoso del gasto con un intento de judicialización de las leyes una vez que sean confirmadas y, por otro otro, con un mayor ajuste fiscal, para evitar el retorno del déficit a las cuentas nacionales. Y es que el superávit financiero con el que ha transitado hasta el mes pasado, cuando por primera vez en el año mostró un número levemente negativo por el pago de intereses de la deuda, es la base sobre la que se sostiene el plan económico. Con números en rojo, el Gobierno debería acudir a la emisión para cubrir las necesidades financieras, dado que un riesgo país alto, que orilla los 700 puntos, supone un costo demasiado elevado para intentar un retorno al mercado de crédito internacional. Y con mayor emisión, temen en la Casa Rosada, sobrevendría una suba de precios que haría más difícil llegar a fin de mes, lo que echaría por tierra dos de los mayores logros que la gestión libertaria tiene para mostrar a la sociedad en plena carrera electoral: la fuerte baja en los índices de inflación y pobreza. Por ello, no se apartará del libreto, al menos hasta las elecciones y probablemente más allá también, si el resultado le resulta favorable. Así, de ser necesario, sumará la motosierra al apretón monetario con el que seca la plaza de pesos para que el dólar no pueda avanzar, aún a costa de que la alta volatilidad de las tasas -ya se habla de un corredor- le quiten a la actividad el combustible del crédito. El propio Indec dio la pista de lo que vendrá, al confirmar que la economía pisó el freno y comenzó a retroceder lentamente desde mayo, así como que el pico de las exportaciones ya pasó en julio -cuando la liquidación del campo no se transformó en un fuerte aumento de reservas-, por lo que su gran aporte de dólares para una economía que los necesita no se repetirá este año. La política juega sus fichas en el escenario económico como quedó demostrado en el Congreso y, a la espera del paso por las urnas que podría redefinir las mayorías parlamentarias, una leve estanflación asoma en el horizonte. El voto determinará si es solo una nube en el cielo libertario o la ciclogénesis se hace presente.