El Gobierno celebró en las redes sociales el fuerte descenso que registró la inflación en mayo. Después de tres meses en los que debió pagar un alto costo por el salto que llevó el IPC de abril a 2,6%, consiguió un número que tendrá un efecto balsámico sobre el tejido social justo cuando la oposición había elegido apuntar a los precios como fórmula para calentar un poco el clima electoral.

Con este dato, el valor de los últimos doce meses está en 24%, una variación que está cerca del promedio anual de los últimos años del kirchnerismo (con excepción del descenso que provocó la crisis subprime en el 2019 y el crecimiento que disparó el ajuste cambiario de 2014). Eso significa que la construcción del sendero descendente prometido por el oficialismo está atravesando, en este momento, un nivel similar al que fue su punto de inicio.

Hay dos factores que todavía alteran la tranquilidad del 1,3% que dio mayo. Uno es que la denominada inflación core fue superior, lo que implica que más allá de factores estacionales como los aumentos de tarifas (el mes pasado el que impactó fue el correspondiente al agua) el precio de los alimentos sigue alto.

A veces es por el impacto del clima en la oferta de ciertos productos agropecuarios, y otras veces por el cuello de botella que existe en sectores con costos indexados y alto grado de penetración en su nicho de mercado. El Gobierno todavía no ha encontrado mecanismos para suavizar estas fluctuaciones, básicamente porque no cree que esté bien poner un tapón, ya que tarde o temprano la presión se libera y el movimiento termina generando lo mismo que se proponía corregir.

El otro factor es que el Banco Central no quiere cometer dos veces el mismo error. En enero relajó un poco su política y lo pagó caro. Ahora la entidad que conduce Federico Sturzenegger esperará por lo menos hasta que julio garantice un IPC cercano o menor a 1% (recordar que será el debut del indicador nacional).

La meta de inflación no será corregida, pero al mismo tiempo es difícil que sea alcanzada. Para que el objetivo sea cumplido, tendría que llegar a una variación acumulada de 5,9% en los próximos siete meses. El Gobierno respirará tranquilo con llegar a octubre, de mínima, con un IPC anualizado de entre 17% y 20%, algo que ratifique el rumbo y le sume oxígeno para terminar un año en donde la economía va a cumplir, pero menos de lo esperado.