

A la economía argentina la espera un año duro, y a los argentinos, también. Los remedios que viene aplicando el Gobierno contra la inflación desde que asumió estuvieron lejos de tener el efecto deseado. El resultado está a la vista: los precios aumentan mes a mes.
Pero la inflación es sólo una parte de los males con los que hay que convivir. La industria sigue en caída y la situación es más que preocupante. Si se produce menos es porque se vende menos. Una parte de las menores ventas se explica por la baja del consumo. Tiene lógica. Cayó el salario real y además hay menos empleo.
Ante este panorama, la devaluación de 2018 era la ficha que el Gobierno y las empresas jugaban para recuperar terreno vía exportaciones. Hasta ahora, tal situación se dio a medias. Por un lado, se frenaron importaciones, pero las ventas al exterior no despegaron como se esperaba.
¿Todo es culpa de la guerra comercial que llevan adelante Estados Unidos y China? Una parte seguro que sí, pero no se puede atribuir lo que le pasa a la industria argentina sólo a la pelea entre las dos potencias mundiales.
El Gobierno es consciente de la situación. Lejos de esconder los datos, los muestra. En eso no hay reproches sociales. Sin embargo, los empresarios y la sociedad sí le reclaman que "haga algo". Se entiende la herencia, se entiende que si no se hubiese recurrido al Fondo Monetario Internacional (FMI) la crisis con seguridad sería más profunda. Lo que no se entiende, o se cuestiona, es por qué el Gobierno no encuentra una solución que le permita a la sociedad tener una esperanza mayor. En el discurso de apertura en el Congreso, Macri envió un mensaje a los que menos tienen. El problema de fondo no parece tener solución cuando la grieta está entre una sociedad que no entiende y reclama, y un Gobierno que no acierta.










