Inclusión social, matriz productiva diversificada, democratización de la palabra y de la Justicia y DD.HH. fueron ejes que, según el ensayista Alejandro Katz, el kirchnerismo articuló como parte de sus pilares discursivos. Sin embargo, duda que se trate de una administración progresista y cuestiona la relación entre aquel discurso y las políticas concretas que llevó adelante en esta década, punto de partida de El simulacro (Planeta).
A lo largo del volumen, Katz desenmascara el doble discurso de un régimen que, sostiene, terminó siendo una enloquecida máquina de poder. Las consecuencias -concentración de la riqueza, creciente desigualdad social, primarización de la economía, corrupción y autoritarismo- son rasgos que definen una ideología conservadora. Hay una incomodidad por la distancia entre el discurso del Gobierno y las prácticas que lleva adelante, comenta.
Esa inquietud provoca una molestia que tiene que ver con la incomodidad ante la mentira pública y con la apropiación que el Gobierno hace de conceptos en los que se expresan valores que comienzan a ser desvirtuados, que corresponden a un ideario progresista pero son enunciados por un gobierno que los ignora y traiciona, observa.
Para Katz, el hecho de que la política empiece a estructurar un lenguaje que está tan apartado de la realidad se hace evidente.
La contradicción entre lo que se dice y lo que se hace, ¿es un modus operandi de hoy? ¿O acompañó al kirchnerismo desde sus inicios? El tiempo es necesario para confirmar la creciente separación entre lo dicho y lo producido. En el minuto uno del kirchnerismo, se podía decir cualquier cosa pero no era posible verificar si estaba en concordancia con lo que se hacía, observa. El tiempo confirma una intuición temprana: en el Gobierno nunca hubo una voluntad de atender aquello de lo que hablaba, que era, básicamente, una estrategia para sumar voluntades pero no para ocuparse de esos problemas.
¿Se puede hablar de algún giro discursivo del Gobierno después de los resultados de las PASO? Es un error buscar continuidad ideológica en el kirchnerismo, que utilizó las ideas de un modo oportunista y acomodaticio, y éstas fueron de cualquier color en la medida en que sirvieran a su único interés: el poder, atractivo por sí mismo, pero también como estrategia de negocio.
Si bien el Gobierno parece adoptar puntos de vista que antes rechazaba (el reconocimiento de la inflación, la falsedad de las cifras del Indec o la inseguridad), esos cambios e incongruencias no son nuevos. El Gobierno de los derechos humanos propuso y promulgó la ley antiterrorista; el Gobierno que no reprime la protesta social designó como secretario a un señor con buena disposición para reprimir lo que sea que moleste; el Gobierno nacional y popular que pseudo estatizó YPF hizo un contrato secreto con Chevron; el Gobierno que denostó al Papa y lamentó la designación de Bergoglio no deja de invocarlo y de peregrinar al Vaticano (o a Brasil) para recibir su bendición -y la foto con su candidato. La coherencia del Gobierno no debe buscarse en su discurso, sino en su desesperado deseo de conservar el poder. z we

Ficha

* Título: El simulacro. Por qué el kirchnerismo es reaccionario
* Autor: Alejandro Katz
* Editorial: Planeta
* Páginas: 224
* Primera edición: 2013