

Señores, ustedes tienen problemas y yo también. Con esa frase, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, abrió el desayuno con gobernadores del norte y nordeste del país, días atrás en el Palacio da Alvorada, al inaugurar la nueva etapa de su gobierno.
Los gobernadores se reunieron el martes, en Brasilia, en un clima de rebelión. Preocupados por la propuesta de reforma tributaria que está preparando el Ministerio de Hacienda y con los proyecto en curso en el Congreso que afectan negativamente las finanzas de los estados (provincias), elaboraron un documento, la Carta de Fortaleza, con una lista de reivindicaciones.
El mismo día, la nueva ministra de la Casa Civil (jefa de Gabinete), Gleisi Hoffmann, monitoreó la reunión a través de llamadas telefónicas a los gobernadores del Partido de los Trabajadores (PT). Después, la presidenta llamó a su aliado y amigo Jaques Wagner, gobernador de Bahía, a quién informó que desde ese momento la interlocutora sería la ministra de Coordinación Política, Ideli Salvatti, que recién había asumido su cargo. Organizó un encuentro entre la ministra y los gobernadores esa noche.
Salvatti fue al evento con la misión de invitar a los mandatarios provinciales a desayunar con la presidenta el día siguiente. El gesto, inesperado, mostró agilidad, sentido de oportunidad y una novedad: el interés de la mandataria de salir del aislamiento que caracterizó los primeros cinco meses de su gestión y tratar personalmente las cuestiones políticas.
Gobernadores de la oposición quedaron satisfechos con la iniciativa presidencial. Cambié mi opinión sobre esa mujer, dijo después del encuentro, el vicegobernador de Alagoas, José Thomaz Nono, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
No quedó nada sin hablar. Ella demostró saber sobre todo lo que se hablaba en la mesa, observó el gobernador de Pará, Simao Jatene, también del PSDB.
Durante la conversación, Rousseff escuchó pacientemente quejas y preocupaciones, pero aprovechó también para hablar de sus dificultades, entre ellas la de combatir la inflación sin derribar el PBI, contó un participante del encuentro.
La nueva Dilma nació de la crisis que derivó en la renuncia de su principal ministro, Antonio Palocci (ex jefe de Gabinete), y de la mayor derrota sufrida por ella, hasta ahora, en el Congreso, con la votación en Diputados del Código Forestal. No se trata de una transformación completa, está lejos de serlo, pero muestra a una presidenta menos desconfiada con los legisladores y más próxima de la articulación política.
En los primeros meses de gobierno, Rousseff se aisló en el Palacio do Planalto, delegando completamente la articulación política en Palocci. Según un aliado, el control del ex ministro había comenzado durante la campaña electoral. El modelo alejó a la presidenta de la clase política y dio a Palocci un enorme poder, aunque menor, según aliados a Rousseff, del que imaginaba tener.










