

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, cree que las expectativas económicas mejorarán en noviembre, después de la elección donde se jugará un nuevo mandato.
Apostando a la victoria, la mandataria cree que tendrá un encuentro más cercano con el sector empresarial, que hoy en su mayoría está en contra de su reelección.
El mensaje de la presidenta, al adoptar esa posición, es el siguiente: el gobierno no va a decir ahora lo que hará en el área económica en un eventual segundo mandato de Rousseff. Se admiten cambios en la gestión macroeconómica y en el equipo, pero no se anticipará nada en el período electoral.
Esa estrategia se diferencia de
la que adoptaron sus dos principales competidores en la carrera electoral. Por el creciente clima de incertidumbre que provocó en buena medida el propio gobierno, el candidato socialdemócrata Aécio Neves no se comprometió con políticas específicas, pero anunció que su hombre fuerte en el área económica será el ex presidente del Banco Central (BC) Arminio Fraga.
Fue una señal clara al mercado. Si Neves llega a la presidencia, su gobierno será más amigable con los mercados.
Eduardo Campos, candidato del Partido Socialista Brasileño (PSB), apeló a otra estrategia. No se comprometió con ningún nombre, pero sí con políticas, entre ellas, la reducción de la meta de inflación, que hoy es de 4,5%, una de las más altas entre los países que utilizan el régimen de metas.
Neves y Campos buscan diferenciarse de Dilma, intentando reducir la incertidumbre en el área económica.
La presidenta considera que existe mala voluntad con respecto a su gobierno, por lo que tiró la toalla en relación a una posible mejora de las expectativas. Cree que los propios empresarios quemaron los puentes con Brasilia. Los que circulan por la explanada de los ministerios lo hacen en función de los intereses particulares de sus empresas o sectores.
El Palacio do Planalto se siente rehén de una situación delicada. ¿Cómo anunciar nuevos nombres para el equipo económico sin debilitar al actual? Se sabe que el ministro de Economía, Guido Mantega, dejará el cargo en un eventual nuevo mandato de Rousseff. El problema es que, si se conociera ahora quien será su sustituto, Mantega no tendría credibilidad para permanecer en la función.
Pensando en eso, el ex ministro Fernando Pimentel trabajó para llevar al gobierno al empresario Josué Gomes da Silva, del grupo Coteminas e hijo de José Alencar, que fuera vicepresidente de Lula da Silva.
El plan era que Gomes da Silva asumiera la cartera de Desarrollo, y en un segundo momento, pasara a comandar Economía.
Pimentel y el ministro de la Casa Civil, Aloizio Mercadante, creían que la llegada de Gomes da Silva ayudaría a calmar a los sectores productivos y financiero, por lo cual mejoraría las expectativas con respecto a un segundo gobierno de Dilma. Como el empresario no aceptó la invitación, el plan se apagó.










