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La geoingeniería solar -la idea de modificar artificialmente el clima para frenar el calentamiento global- ya no es solo ciencia ficción. En Estados Unidos, un grupo de científicos intentó en secreto un experimento real para probar una máquina capaz de crear nubes reflectantes sobre el océano que disminuyan la intensidad solar.

En abril de 2024, investigadores de la Universidad de Washington instalaron un rociador de agua salada sobre la cubierta de un portaaviones retirado en la Bahía de San Francisco. El ensayo duró solo 30 minutos antes de ser cancelado por las autoridades locales, que aseguraron no haber sido informadas del experimento.

¿Cómo intentaron modificar el clima sin que nadie se enterara?

El experimento formaba parte del Marine Cloud Brightening Program, una iniciativa que estudia cómo enfriar el planeta mediante la inyección de partículas de agua salada en la atmósfera. Estas partículas pueden hacer que ciertas nubes reflejen más luz solar, reduciendo así la temperatura en áreas específicas del océano.

El equipo utilizó una máquina similar a un generador de nieve, instalada sobre el USS Hornet, para probar la dispersión de aerosoles. Aunque el test fue breve, la idea era verificar si el sistema funcionaba en condiciones reales. El proyecto estaba financiado por organizaciones como SilverLining y SRI International, y contaba con apoyo técnico de científicos y consultoras especializadas.

¿Quiénes financiaron el proyecto y por qué lo frenó el gobierno?

El ensayo fue clausurado por el Ayuntamiento de Alameda tras conocerse que ni los vecinos ni los funcionarios locales habían sido informados. El acceso al portaaviones se restringió y se acusó al equipo de violar el contrato de uso del espacio, que estaba limitado a actividades museísticas.

Para entonces, el plan ya incluía una segunda fase: un experimento sobre 3.900 millas cuadradas de océano abierto.

Documentos internos reportados por Politico revelaron que los investigadores buscaban apoyo federal para esta fase, y que el financiamiento incluía aportes del criptomillonarioChris Larsen, la filántropa Rachel Pritzker y el inversionista Chris Sacca.

Aunque el futuro del proyecto es incierto, sus líderes insisten en que no buscan modificar el clima, sino probar si esta tecnología puede formar parte de una futura estrategia contra el cambio climático.