

El brote de sarampión que crece en Estados Unidosya tiene 884 casos confirmados en 30 jurisdicciones diferentes y tres muertos -dos niños y un adulto, ninguno vacunado. Sin embargo, esta emergencia sanitaria no se reduce a este virus; es un indicio de un problema mucho mayor: los porcentajes de inmunización disminuyen.
De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) los porcentajes de todas las vacunaciones esenciales en niños de jardín de infantes disminuyeron desde el ciclo lectivo 2019-2020.
Si bien la cantidad de niños inmunizados sigue siendo alta, en ciertos casos -como el de la triple viral (también conocida como vacuna MMR, contra sarampión, paperas y rubéola)- las tasas están por debajo del 95% necesario para alcanzar la inmunidad de rebaño. Esto deja a las comunidades vulnerables al surgimiento de brotes de sarampión, la enfermedad más contagiosa que conocemos.
A pesar de que el consenso científico indica que esta enfermedad no tiene cura y la inmunización es la única forma de prevenir el contagio, las estadísticas reflejan una tendencia que preocupa a infectólogos y especialistas en salud pública.

¿Por qué cada vez menos personas se vacunan en Estados Unidos?
Este fenómeno no tiene una sola causa. El Dr. Stephen S. Morse, profesor de epidemiología en la Universidad de Columbia, en diálogo con El Cronista, explicó que existen tres grupos de individuos que actualmente se resisten a la inmunización.
El primero y más difícil de persuadir son aquellas personas que se oponen a las vacunas por razones religiosas. Las excepciones que se les conceden, explica el especialista, se deben a que la libertad de culto está amparada por la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, lo que hace que legislar al respecto enfrente un mayor grado de complicación.
Por otro lado, se encuentran quienes tienen dudas técnicas con respecto a la vacuna. "No saben si es segura, no saben si funciona, pero no son reacias", explica Morse. "Ese es un grupo que, con la información adecuada y suficiente de sus médicos, o incluso en fuentes de salud pública, podrían sentir que sus preocupaciones o su falta de conocimiento han sido disipadas."
Sin embargo, el especialista sostiene que este grupo es el más fácil de manejar, ya que se le puede "tranquilizar" con buena información. "Sus médicos, a menudo, son quienes están en una muy buena posición para darles esa calma".
El tercer y último grupo es el que más refleja un cambio de paradigma y preocupan a la comunidad médica, según Morse. Se trata de aquellas personas que simplemente se oponen a la idea de la vacunación o a alguna vacuna específica.
Aunque la vacuna MMR recibió el peso de muchos escépticos tras la publicación de un famoso estudio fraudulento del Dr. Andrew Wakefield en 1998 que la vinculaba erróneamente con los diagnósticos de autismo, Morse afirma que este segundo grupo de personas renuentes a vacunarse ha crecido exponencialmente tras la pandemia de COVID-19.
"Creo que el COVID, y todos los problemas relacionados con las controversias y la politización en torno a la vacuna, realmente ha intensificado aún más este movimiento", opina.
Esta observación se condeciría con los datos de inmunización publicados por los CDC. No solo se ve en los niños de edad de jardín de infantes, esta tendencia de disminución en las tasas de vacunación de la triple viral también se ve reflejada en infantes de 0 a 35 meses (el período dentro del cual se recibe la primera de las dos dosis requeridas).
Otra de las particularidades que distinguen a este tercer grupo se debe a su nivel socioeconómico. A pesar de que en el siglo 19 y a principios del siglo 20, los bajos porcentajes de vacunación se asociaban a comunidades rurales o con menores recursos, en los últimos años son los grupos sociales afluentes los que han comenzado a presentar menores tasas de inmunización.
"En este país hay personas con alto poder adquisitivo que no perciben ningún riesgo, porque nunca tuvieron sarampión", explica Morse.

La paradoja de la vacunación: el éxito que alimentó la desconfianza
La idea de que ciertas enfermedades infecciosas no representan una amenaza para la salud se debe, en muchos casos, a que nunca han sido transitadas directamente, y por lo tanto las poblaciones no han experimentado sus consecuencias -como el sarampión, que es la enfermedad más contagiosa que existe y puede causar neumonía, ceguera, infecciones de oído, inflamación del cerebro y la muerte.
Esta percepción es, paradójicamente, una consecuencia directa de la eficacia de las vacunas.
"Parece haber una falta de conciencia sobre los riesgos", explica el Dr. Dial Hewlett, Director Médico de los Servicios de Tuberculosis en el Departamento de Salud del Condado de Westchester y miembro de la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas (IDSA).
El especialista explica que, a principios de la década de 1960, antes de la disponibilidad de vacunas efectivas, se estimaba que entre 400 y 500 niños morían cada año en Estados Unidos a causa del sarampión. En los países subdesarrollados, las tasas de mortalidad eran incluso mucho más altas.
"En Estados Unidos llegamos al punto en que ya no se registraban muertes por sarampión, ni en niños ni en adultos. Era una enfermedad totalmente prevenible. Ese fue el panorama en el año 2000, y durante mi formación médica me dijeron que probablemente nunca vería un caso", recuerda Hewlett.
En este contexto de duda e incertidumbre sobre el uso de las vacunas, el doctor destaca que la desinformación tiene un papel crucial. Son los discursos ambiguos que resaltan la "elección personal" los que pueden debilitar el mensaje principal sobre la importancia de la vacunación.
"El mensaje que predomina actualmente, especialmente por parte del gobierno federal, es el de la elección personal, lo cual contradice las indicaciones médicas", detalla Hewlett.
El énfasis en la elección personal ha sido un eje recurrente de los discursos del Secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy Jr. desde su audiencia de confirmación en febrero de 2025. Más recientemente, elpresidente Donald Trump hizo eco de la misma noción en una entrevista el mes pasado.
Aunque la implementación de legislación que imponga la vacunación es más compleja, Hewlett destaca un simple ejemplo para poner la cuestión sobre la mesa: los cinturones de seguridad.
"En las décadas de 1950 y 1960, la gente no usaba cinturones de seguridad y había altas tasas de muertes por accidentes. Los datos mostraron que su uso reducía las lesiones graves, lo que llevó a regulaciones que los hicieron obligatorios. Ahora, nadie se queja de usarlos, pero sin esa obligación, el uso no sería tan común", concluye el especialista.

Cómo revertir la reticencia a vacunarse, según la OMS
"El miedo a aceptar las vacunas o el dudar del beneficio puede ser uno de los problemas más importantes a los que nos enfrentamos hoy en día", afirma Álvaro Whittembury, asesor de inmunizaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la sede regional de Las Américas. "Necesitamos que la población acepte la vacunación".
Enfatiza que los programas de inmunización sólidos y bien estructurados son esenciales para permitir que las vacunas lleguen a las personas.
Sin embargo, también resalta la importancia de que la gente esté dispuesta a recibirlas y para llegar a ese punto es clave implementar estrategias educativas y de comunicación que sean efectivas.
"De nada nos sirve tener una vacuna muy buena y fuertes programas de vacunación, si las personas no la aceptan", explica y subraya que, hasta la fecha, en la región, se estima que la MMR ha salvado más de 15 millones de vidas.
Para Whittemburry el mensaje es claro: "es fundamental que la población reticente entienda la importancia y el beneficio de las vacunas, así como la suerte que tenemos de contar con ellas para preservar la vida y la salud de nuestras comunidades".











