Hace tiempo que las Obras Sociales reclaman un incremento de la suma fija de cien pesos que los monotributistas abonan, mensualmente, para su cobertura de salud. Al mismo tiempo aumentaron, exponencialmente, las quejas y reclamos de los monotributistas por la atención que les brindan las Obras Sociales. En síntesis, tanto los beneficiarios como las entidades que los cubren vienen manifestando su disconformidad.

El Gobierno acaba de aumentar los topes de facturación de todas las categorías del monotributo, aunque sin incrementar los tres componentes (impositivo, previsional y obra social) que los pequeños contribuyentes abonan mensualmente. Para compensar la falta de incrementos la Superintendencia de Servicios de Salud anunció la creación de un nuevo subsidio, llamado Sumarte, que se otorgaría a las Obras Sociales, para la cobertura de monotributistas y otros regímenes. Dicho subsidio engrosa la lista de los creados por la actual administración, como SANO, SUR, SUMA, Sistema de Tutelaje de Tecnologías Sanitarias Emergentes y, recientemente, SUM 70.

Lo curioso es que dicha ayuda financiera provendrá del Fondo Solidario de Redistribución; dicho fondo, pertenece a las Obras Sociales y tiene como objetivo financiar prestaciones de alto costo y complejidad y las dificultades de las obras sociales de bajos ingresos. Además, como ya lo expusiéramos desde estas páginas, el Gobierno Nacional adeuda a la Obras Sociales alrededor de quince mil millones de pesos de dicho fondo. El subsidio, entonces, no sería tal ya que se pagaría con fondos del propio sector ¿subsidiado?

Ahora bien, si el subsidio anunciado finalmente se pagara, las Obras Sociales podrían recibir una suma mensual del orden de los $130 a $140 por afiliado al régimen simplificado; monto significativamente menor al aporte de un trabajador en relación de dependencia y también inferior al incremento de los costos que la medicina ha experimentado en los últimos años. Con este panorama las dificultades financieras para la cobertura sanitaria de los monotributistas no solo no desaparecerán sino que pueden acrecentarse al ritmo de la ascendente inflación.

Las opiniones son coincidentes, en el ámbito de la salud, en cuanto a que la fragmentación y segmentación son el origen de muchos de los problemas e iniquidades de nuestro sistema sanitario, cuyos tres subsectores (público, privado y de la seguridad social) presentan escasa coordinación entre sí.

También son múltiples las coincidencias en cuanto a que las soluciones de fondo, para el sector sanitario, pasan por buscar una mayor articulación y coordinación del sistema, haciéndolo más homogéneo, asegurando un financiamiento sustentable y perdurable que universalice las prestaciones y garantice el acceso igualitario.

La cobertura médica de los pequeños contribuyentes nació desconectada del resto del sistema de salud y sin una adecuada planificación de los fondos necesarios para su funcionamiento eficiente. Pasan los años y tal situación no solo no se corrige sino que se acentúa.

La proliferación de subsidios y medidas de apuro, parciales e inconexas, es un camino que ya tuvo resultados negativos, por ejemplo, en materia energética y de transporte. Lamentablemente es el curso de acción que parece seguir la actual administración en materia de salud.