

Desde que la Presidenta tomó la decisión de expropiar YPF, quedó claro que el éxito de esa medida vendría dado por la capacidad de la nueva YPF de incrementar el nivel de inversiones y no por los discursos épicos.
Primero se dijo falazmente que eso se podía lograr con los fondos propios de YPF, pero la empresa no tiene flujo para encarar las inversiones que se necesitan para incrementar la producción de hidrocarburos.
Luego YPF tomó fondos del mercado financiero interno, pero ni nuestra capacidad de ahorro, ni el patrimonio de YPF permiten tomar volúmenes de deuda que le permitan encarar por sí misma el desarrollo de hidrocarburos no convencionales.
El Estado Nacional no puede aportar fondos, pues no los tiene y el Bono específico creado en el blanqueo, todavía no despertó interés.
Sin opciones, YPF recurrió a Chevron para conseguir los fondos necesarios para movilizar los hidrocarburos no convencionales en una ínfima porción de su área concesionada. YPF deberá recurrir a muchos acuerdos de este tipo si aspira a movilizar en serio los hidrocarburos no convencionales.
No hace falta conocer el acuerdo YPF/Chevron para ver que la sucesora de la Standard Oil impuso sus condiciones a una débil YPF que necesitaba mostrar resultados urgentes. Chevron logró condiciones que se le niegan a cualquier ciudadano o empresa incluso dentro del sector energético. En rigor, lo sorprendente no es lo que logró Chevron, lo que sorprende es que las concesiones a Chevron se le nieguen al resto de los actores económicos.
Más allá de los detalles aún no conocidos, el acuerdo YPF/Chevron muestra la debilidad del Estado para financiar los servicios públicos y la infraestructura. El Estado Nacional vía una política generalizada de subsidios extendida mas allá de lo razonable, cargó sobre las cuentas públicas la gestión de los servicios públicos y la infraestructura. En energía o transporte es más importante el aporte estatal que el de los usuarios. El Estado subsidia consumo e inversiones, pero las cuentas públicas no dan para todo. Las consecuencias las pagan principalmente los que menos tienen vía el impuesto inflacionario.
Es tan malo eliminar subsidios para quien lo necesita como generalizarlo para quienes no lo requieren. Hoy la mayoría de los subsidios se destina a quienes no lo necesitan, pero los financian mayoritariamente los que menos tienen.
La pretensión de cubrir todo con subsidios durante tanto tiempo puso de rodillas a las finanzas públicas. Las empresas estatales no tienen margen para negociar mejores condiciones con sus potenciales socios.
Los problemas de YPF no terminaron con la expropiación, hoy YPF no tiene ingresos suficientes para financiar las inversiones requeridas y el Estado Nacional, su principal accionista, solo puede cubrir su déficit emitiendo moneda.
Así, antes que un carnaval de inversiones, es esperable que cada potencial inversor se haga un carnaval imponiendo condiciones en las negociaciones ante un Estado débil con empresas desfinanciadas.











