Un chiste muy repetido entre colegas, y también entre meteorólogos, dice que Dios creó a los economistas para que los pronósticos del tiempo parezcan buenos. Nadie se tomó seriamente el trabajo de comparar si efectivamente los economistas yerran más que los meteorólogos, pero hay evidencia de sobra de que pifian mucho.

El ejemplo más a mano son los vaticinios sobre el crecimiento económico del año que termina. En octubre de 2011, la tradicional encuesta de Consensus Economics arrojó que el promedio de los pronósticos de las 28 consultoras y bancos relevados marcaba un aumento del Producto Bruto Interno del 4,2 %. El Banco Francés y el Credicoop sobresalían como los más optimistas, con expectativas superiores al 5%. En el otro extremo, el BofA-Merrill Lynch auguraba un modesto 2,5%.

¿Qué es lo que finalmente sucedió? La última información oficial indica que en la primera mitad del año el PBI subió un 2,4%, y si se toma el Estimador Mensual de la Actividad Económica del propio Indec el crecimiento se desaceleró hasta llegar en los primeros nueve meses del año a un acumulado del 2,1%. Y todo apunta a que en el último trimestre del año la economía se mantuvo estancada o a lo sumo repuntó levemente, con lo cual 2012 cerraría con un alza cercana al 2%.

Es decir que la realidad terminó siendo aún peor que el más pesimista de los pronósticos, lo que demuestra que la performance global de los que se dedican a la cuestión fue mala. En este caso, corresponde señalar como excepción a Econométrica, cuyo último número fue 2%.

Pero así como las equivocaciones confirman el chiste del comienzo, el hecho de que los pronósticos hayan pecado por exceso de optimismo desmiente otro viejo chiste que circula entre colegas que dice que los economistas anticiparon nueve de las últimas cinco recesiones. Como se vio, no es cierto que la profesión se empecine en tirar malas ondas.

Tampoco al Gobierno le fue bien. El Presupuesto 2012 se hizo en base a una hipótesis de crecimiento del 5,1%, y a comienzos del año pasado el Banco Central incluso estimaba que la suba se estiraría hasta el 6%. Era la primera vez que el Gobierno vaticinaba un número superior a los privados. En años anteriores, desde la gestión de Roberto Lavagna, la estrategia había sido presupuestar en base a un crecimiento inferior a la tasa china que realmente esperaban, porque eso conllevaba una recaudación subestimada que en la práctica les dejaba una masa de recursos adicionales que no habían sido asignados y que podían manejar con más discrecionalidad. Eso lo pudieron hacer mientras la economía volaba y no había riesgos de que un número dibujado fuera una señal que indujera una pérdida de altura. Pero a partir de finales de 2011, cuando pasó a ser evidente que las tasas chinas eran cosa del pasado y que lo que venía era una desaceleración, subestimar el crecimiento era algo contraindicado. No sólo los pronósticos de 2012, oficiales y de la inmensa mayoría de privados, resultaron desacertados. En 2011 muy pocos se acercaron al crecimiento registrado, y en 2010 la mayoría auguró alrededor de la mitad del aumento que hubo. Los yerros no sólo se dan en los vaticinios del PBI. Los vaticinios pecaron por exceso aún cuando el supuesto general fue que la soja iba a cotizar en niveles muy inferiores. Tampoco hubo quien previera que el saldo positivo de la balanza comercial iba a rondar los 12.000 millones de dólares. Es más: para la mayoría el excedente iba a ser la mitad o incluso menor. Por supuesto, nadie podía adivinar que los indicios existentes a fines de 2011 se convertirían en una decidida política de restricción de importaciones.

De ninguna manera lo anterior implica que no haya que prestarle atención a los pronósticos, y mucho menos negar su existencia. Sólo que hay que tomarlos con pinzas, y convenientemente con la punta de las pinzas.

¿Qué anticipan para 2013? Según el promedio de Consensus Economics, el PBI repuntará un 3,2%. Pero se observa una considerable dispersión. Esta vez los líderes en optimismo son Exante y el Estudio Bein con 5,6 y 5%, respectivamente. En el otro extremo, la bola de cristal de ACM muestra un magro 1,9% y la del Francés un 2.

Según el presupuesto de Lorenzino y Kicillof se crecerá 4,4%. No es para descartar; siempre y cuando la soja no se derrumbe, el Gobierno cometa pocos errores, y Brasil imite a Bianchi y de una vez por todas despierte de una siesta que se está haciendo demasiado prolongada.

Lo que es imposible que se cumpla de los supuestos de Lorenzino y Kicillof es un dólar oficial promedio a $ 5,10. El 2012 está concluyendo con una devaluación del 14% y con un ritmo mayor en el segundo semestre. Dado que nadie espera una brusca caída en la inflación, están obligado al menos a mantener el ritmo devaluatorio de los últimos meses si pretenden que la economía crezca a una tasa cercana a la que pronosticaron.