La coyuntura económica argentina plantea la necesidad de conseguir divisas para sostener el nivel de crecimiento de 2002-2011. Con el salto del tipo de cambio oficial de un nivel de $ 6,9 a uno de $ 8 en tres días se dejó de lado el gradualismo que había implementado la nueva conducción económica. En este escenario, la primera urgencia es la estabilización del tipo de cambio. Conseguir financiamiento externo y readecuar tasas de interés y expectativa de devaluación para dejar de perder reservas son el primer juego que el Gobierno debe ganar. Pero hay otro partido que debemos dar en el presente y disputarlo inteligentemente: el vinculado a la restricción de divisas en el mediano y largo plazo. La manera genuina de competir por el campeonato del desarrollo será con resultado de cuenta corriente sostenible en el tiempo. Para ello es necesaria una política industrial con desarrollo de infraestructura y orientada al largo plazo. Esta política tiene hoy total vigencia, por ejemplo, en la política industrial estadounidense Advanced manufacturing partnership 2.0, cuyo objetivo es identificar e invertir en tecnologías emergentes que tengan potencial para generar empleo de alta calidad y fortalecer la competitividad global su industria. Otro ejemplo es el Plan for Growth del Reino Unido, uno de cuyos objetivos es estimular inversión y exportaciones como ruta hacia una economía más balanceada.

Haber separado la producción del diseño dejó de ser conveniente para los países desarrollados, porque esta disociación impide la posibilidad del aprendizaje y las innovaciones incrementales, claves para el desarrollo de muchas industrias en las que EE.UU es líder en diseño, amén del déficit en cuenta corriente (mucho menos problemático para países que emiten moneda de reserva internacional).

Para el caso argentino los resultados de la balanza comercial reflejan un déficit en MOI superior a los u$s 32.000 millones por año. El saldo negativo no es del sector manufacturero en sí mismo, sino de la economía del país en su conjunto. Como todos los países, Argentina requiere de productos importados. En la medida que el PBI crece y el consumo de las familias se sofistica, el país requiere cada vez más importaciones de media y alta tecnología. La clave está en el tipo de producto que importa y exporta, y cómo se inserta inteligentemente en las distintas cadenas de valor. Los países industriales con elevado PIB per cápita también presentan un nivel alto de importaciones, pero concentran y generan la mayor parte de la agregación de valor del producto.

La industria automotriz que en 2011 llegó a producir casi 828 mil vehículos, ocasionó un déficit comercial sectorial de u$s 5.800 millones. Pero si no existiera la industria automotriz, para el nivel de demanda de 2011, el déficit sería de unos u$s 12.276 millones. Es decir, el dinamismo del PIB ocasionaría un mayor déficit comercial, todo esto sin tomar en cuenta efectos sobre empleo, innovación y tecnología. En este caso, el objetivo debe ser una mayor integración de la producción nacional; en un mundo donde los diseños de automóviles se realizan con una lógica de cadena global de valor y con una velocidad de cambio de modelos cada vez más rápida, es necesario desarrollar proveedores a escala global y local.

No debe obviarse que Argentina puede incrementar sus exportaciones en diversos sectores. Por ejemplo, en alimentos y bebidas, exportando con más valor agregado, traccionando otros sectores vinculados al packaging, como papel y cartón, plástica o industria gráfica, entre otras. La instalación de una marca país manteniendo mercados en el exterior es un elemento a ser tenido en cuenta.

La explotación del shale oil y el shale gas en Argentina puede generar las capacidades para el autoabastecimiento energético y el desarrollo de tecnologías y capacidades de punta con proveedores nacionales. En este sentido, YPF Tecnología (compañía de desarrollos tecnológicos vinculados a la energía creada por YPF y el CONICET) es un paso importante. Por otro lado, existe un gran potencial en la minería, fundamentalmente litio, potasio, así como minerales metálicos que pueden contribuir a generar exportaciones de mayor valor agregado pero también a incrementar capacidades locales.

Más allá de los problemas acuciantes, un Estado activo con políticas productivas de largo plazo es la clave para articular el desarrollo industrial. Está claro que la forma de lidiar con los límites asociados a la restricción externa no está vinculada al tipo de cambio, sino a una política industrial integral.