Todo llega. Desde el 27 de octubre en que el kirchnerismo perdió las elecciones legislativas, el Gobierno temía la llegada de este día. “Esto no es nada, esperá a que procesen a Boudou”, decía aquella noche de derrota un ministro de esos que conservan la racionalidad cuando creen que nadie los escucha. Y ahora, mientras llueve sobre Buenos Aires, a Amado Boudou, el vicepresidente de la Nación, el de la guitarra loca y las farras largas y divertidas con amigos, le piden que vaya a la Justicia a declarar como sospechoso de haber usado el poder de su cargo para beneficiar a una empresa en poder de gente de su confianza.

Y no es cualquier empresa. Se trata de la ex Ciccone Calcográfica, aquella compañía que imprimía carteles de partidos políticos asociada al oscuro empresario Alfredo Yabrán y promovida por el Gobierno actual para imprimir los billetes de pesos que usamos los argentinos. Nada menos. El vicepresidente firmó como ministro una recomendación para que la AFIP le concediera un plan muy beneficioso con el que salvar sus deudas impositivas y ahora un fiscal acaba de solicitar que Boudou vaya y se lo explique al juez federal Ariel Lijo.

Desde esta mañana temprano, cuando los diarios anticipaban la tormenta, la Casa Rosada, el Congreso y el peronismo son un hervidero. Arden los pasillos del poder para saber que nos deparará el futuro. Cristina siempre ha defendido a su vice. Pero la Presidenta ya tiene sus propios problemas. El dólar en alza y el peso en decadencia. La inflación por las nubes y las paritarias ardiendo. Los candidatos propios sin chances y los candidatos ajenos que no le gustan. Los reclamos para arriba y las encuestas para abajo.

Es posible que Amado Boudou encuentre explicaciones para dar y una estrategia que seguir en estas horas amargas. Lo que es seguro es que no va a encontrar aliados políticos para acompañarlo hasta las escaleras ingratas de los Tribunales. Tendrá que ir sólo a enfrentar su destino. Sin la guitarra y sin la sonrisa.