Pizza en crisis; Los Inmortales analiza cerrar dos locales emblemáticos
Son las sucursales de Corrientes y Lavalle, donde la circulación cayó estrepitosamente. Sus dueños aseguran que tienen margen para funcionar solo un mes más y piden ayuda urgente al Gobierno
La crisis de la gastronomía golpea fuerte a las pizzerías emblemáticas del microcentro porteño, como Los Inmortales. Los dueños de las sucursales ubicadas en Lavalle 746 y Corrientes 1369, de esta reconocida marca, analizan bajar las persianas de forma definitiva en breve si no reciben una ayuda inmediata por parte del Estado.
Sin el auxilio del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), que recibieron hasta diciembre, aseguran que solo tienen margen para sobrevivir un mes más.
La escasa circulación en la zona, como consecuencia de la pandemia, puso en jaque a ambos comercios. El menor número de oficinistas, la baja afluencia de turistas y la disminuida oferta de espectáculos teatrales los sitúa al borde del colapso.
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Al igual que el resto del sector, los propietarios de los dos locales, que pertenecen a sociedades controlantes distintas, piden que se declare la emergencia económica de forma urgente. Ya le solicitaron al Gobierno la prórroga del ATP y que les permitan abonar los impuestos con planes de financiación. Aseguran que pasan los días y no reciben una respuesta.
"Necesitamos que la ayuda llegue pronto. Hoy, nos resulta imposible pagar los sueldo. Si pasa un mes más, y no recibimos noticias, nos veremos obligados a cerrar", advierte Gabriela Perpicaro, dueña de la sucursal de Lavalle, junto con su padre Vicente, que maneja el negocio desde hace más de 40 años.
La familia aún no sabe cómo van a hacer para abonar los salarios de enero a los 19 empleados que trabajan en el local. "Hasta ahora, pudimos pagar todos los meses el total, con la ayuda del ATP. Sin él, estamos muy complicados", confiesa Perpicaro.
Actualmente, en un día considerado ´bueno', logra una caja de $ 30.000, una cifra entre cuatro y cinco veces más baja que un año atrás. "Las ventas en el salón bajaron considerablemente. Necesitamos alcanzar, por lo menos, un 50% del volumen habitual. El delivery no llega a cubrir ni el 10%, grafica.
El 95% de los consumidores son personas que trabajan en oficinas y turistas. "Hoy, nos mantenemos gracias a la clientela fiel, que nos sigue eligiendo", señala su dueña.
A solo unos pocos metros de allí, también tambalea la icónica pizzería de la marca en Avenida Corrientes. Antonio Segovia, encargado del local, sostiene que la situación es asfixiante.
"Ni siquiera en una semana logramos la facturación que antes alcanzábamos en una noche de sábado. Estamos en el orden de las 400 transacciones semanales. De un total de 70 cubiertos diarios, pasamos a 25, en el mejor de los casos", detalla.
Segovia, que trabaja hace 40 años en esta sucursal, que da empleo a 20 personas, cuenta que cada 15 días los proveedores aumentan el precio de la mercadería, mientras que el año pasado la pizzería hizo una remarcación de apenas el 10%. "Resulta imposible trasladarle al consumidor los dos incrementos mensuales de la materia prima. La intención es cuidar el bolsillo del cliente", comenta.
"Se evidencia la crisis. La gente pide lo justo y necesario. Antes, había un mayor consumo de postres y bebidas, algo que ya no ocurre. Los ingresos son insignificantes para la actual estructura de costos. Es inviable seguir así", indica.
Inaugurada en 1952 y especialista en pizza a la piedra, la tradicional cadena le debe su nombre al mítico Café de los Inmortales, conocido como "Copetín de Corrientes", que en la década del '30 del siglo pasado fue un punto de reunión del mundo literario y bohemio de Buenos Aires.
Los rostros de esos personajes, protagonistas de infinitas charlas, están inmortalizados en las cientos de fotografías que tapizan cada rincón de los locales de la pizzería.
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El microcentro es una de las zonas de la Ciudad más afectadas. Al menos un 10% de los locales en esta arteria comercial ya cerró y se estima que la cifra podría ascender si la situación se prolonga en el tiempo.
El año pasado, los locales situados en Avenida Corrientes y sus calles aledañas permanecieron cerrados durante más de dos meses, hasta que el Gobierno les permitió reabrir en mayo, con la flexibilización de la cuarentena.
La reapertura significó un "bálsamo" en este contexto, pero, hasta la fecha, todavía reciben muy pocos clientes. La restricción nocturna a la actividad, con el fin de limitar el movimiento, agravó el panorama.
"Prácticamente, no circulan oficinistas porque la gente trabaja desde las casas. No hay turistas y casi nada de espectáculos teatrales. Las calles son un desierto", describe Gustavo Luraschi, presidente de la Asociación de Amigos de la Avenida Corrientes, que nuclea a los negocios ubicados en el perímetro que va desde Avenida Callao hasta Puerto Madero y desde Viamonte hasta Perón.
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Por su parte, Fabián Castillo, titular de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba), añade: "El comerciante hizo un esfuerzo por adecuar su local a los protocolos de prevención y seguridad, garantizó el distanciamiento social y respetó las normas sanitarias. Reabrir le significó gastos".
Para él, es imprescindible que las medidas se tomen de forma conjunta entre el Gobierno y los propios comerciantes, y planteó que "se deben buscar herramientas creativas superadoras y no soluciones que decreten la muerte de las pymes".
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