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Vivimos una era de incertidumbre acelerada. La realidad de hoy no solo cambia rápido: cambia mientras estamos hablando, mientras planificamos, mientras pensamos. Y quizás este sea uno de los mayores puntos ciegos del liderazgo moderno: creemos que lideramos después de entender lo que pasa, pero en verdad lideramos mientras está pasando.

Ese “mientras tanto” —ese espacio ambiguo, incómodo e impredecible— se convirtió en el escenario donde se toman las decisiones más importantes. Ya no existe la estabilidad como punto de partida; ahora es la excepción. En este nuevo contexto, el líder que espera “tener todo claro” antes de actuar se condena a la irrelevancia.

En otras palabras: la velocidad dejó de ser una ventaja; ahora es el piso mínimo para jugar.

El mito del control total

Durante décadas, nos enseñaron a liderar bajo el paradigma del control. Planes quinquenales, objetivos perfectos, manuales de procedimientos que prometían certezas. Ese modelo murió sin dejar testamento.

Hoy, las empresas exitosas se parecen más a organismos vivos que a estructuras rígidas. Se adaptan, cambian, se transforman, prueban y corrigen. Se mueven. Y en ese movimiento se dan cuenta de algo fundamental: nunca van a tener toda la información que quisieran antes de decidir.

El líder actual decide con dudas. Y esa es la nueva normalidad.

O ponemos la energía en avanzar, o la ponemos en esperar. Y esperar —en tiempos de volatilidad— también es una decisión: la decisión de quedarse atrás.

El nuevo enemigo: el sobreanálisis

Muchas organizaciones tienen talento, ideas y recursos. Lo que no tienen es tiempo. O, mejor dicho: pierden demasiado tiempo pensando en lo que podrían hacer en vez de hacerlo.

La enfermedad del siglo XXI no es el estrés. Es la parálisis por análisis.

Mientras algunos equipos pretenden encontrar “la solución perfecta”, otros —los líderes del 5%— buscan la primera solución viable para empezar a traccionar. Luego ajustan, corrigen, mejoran. Pero avanzan. Siempre avanzan.

En este juego, gana el que se equivoca rápido y barato; pierde el que se demora buscando garantías que no existen.

El líder del 5% sabe que no siempre va a saber

Un líder de alto rendimiento no se define por lo que conoce, sino por cómo actúa cuando no sabe. Y en un mundo donde la inteligencia artificial, la volatilidad económica y la competencia global reescriben las reglas cada semana, ese es exactamente el tipo de líder que necesitamos.

El liderazgo ya no es un rol técnico; es un rol emocional. El líder actual administra:

  • incertitud
  • miedo
  • expectativas
  • urgencias
  • presión
  • contradicciones

Pero sobre todo, administra energía.

Energía personal y energía del equipo. Porque cuando todo se mueve, lo único que no puede moverse es el propósito.

El “mientras tanto” como estrategia

Quizás el error es ver el “mientras tanto” como un problema. En realidad puede ser una estrategia.

El “mientras tanto” es:

  • el espacio donde se prueban ideas
  • donde se aprende
  • donde se corrige
  • donde se descubren oportunidades
  • donde se avanza sin tener todo resuelto

Las empresas que entienden esto desarrollan una cultura distinta: una cultura de tensión productiva. Una cultura donde todos empujan, pero sin perder la humanidad. Donde se trabaja fuerte, pero con libertad. Donde se exige, pero también se acompaña.

Y sobre todo, una cultura donde la pregunta no es “¿qué podría salir mal?”, sino “¿qué necesitamos para hacerlo posible?”

Los 4 pilares del liderazgo del “mientras tanto”

  1. Claridad en lo esencial. No podemos controlar todo, pero sí podemos definir qué es innegociable. Un equipo sin claridad es un equipo sin energía.
  2. Decisión imperfecta. Decidir tarde es peor que decidir mal. Se puede corregir un error; no se puede corregir el tiempo perdido.
  3. Velocidad emocional. La velocidad no es solo operativa, también emocional. ¿Cuánto tarda un líder en recuperarse ante un problema? Esa respuesta define la velocidad del equipo.
  4. Humildad para escuchar. En un mundo donde nadie sabe todo, escuchar se volvió la ventaja competitiva más subestimada.

Liderar sin agenda previa

Liderar hoy no es seguir un plan: es sostener una conversación. Con el mercado, con la tecnología, con el equipo, con uno mismo. Y en esas conversaciones aparecen las señales, los ajustes, los caminos posibles.

Hay líderes que todavía esperan ese “momento ideal” para ejecutar una idea. Ese momento no va a venir. Los ganadores entendieron que se hace camino mientras se camina.

El costo silencioso de no moverse

Muchas empresas no pierden por malas decisiones. Pierden por decisiones tardías.

Entre la duda y la acción siempre se esconde un costo invisible:

  • oportunidades no tomadas
  • clientes que se van
  • talentos que se cansan
  • proyectos que pierden momentum
  • ideas que nunca nacen

El verdadero riesgo no está en hacer; está en esperar.

La invitación final: liderar aun cuando no alcanza el tiempo

No existe líder al que le “sobre” tiempo. No existe empresa que opere con calma absoluta. No existe plan estratégico que sobreviva intacto un semestre.

Pero existen líderes que avanzan igual. Que toman decisiones con 80% de información. Que sostienen equipos en medio de la tormenta. Que aceptan que el mundo cambió y cambian con él.

Y existen otros que siguen soñando con volver al pasado, a esa ilusión de estabilidad que ya no pertenece a esta época.

Hoy el liderazgo es eso: una mezcla de coraje, velocidad, humanidad y propósito.

Liderar no es tener certezas. Liderar es avanzar a pesar de no tenerlas.

El futuro no será de los que sepan más, sino de los que se animen más. Porque en tiempos donde nada está quieto, el verdadero liderazgo se construye, justamente, en el mientras tanto.