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Atención golosos: a solo unas horas de Ciudad de México, San Sebastián Tenochtitlán es su lugar. Y es que, con profunda tradición repostera, este pueblo ostenta el título de "capital pastelera" luego de haber obtenido el Récord Guinness al pastel más grande del mundo.

Más allá del reconocimiento internacional de la hazaña, la pastelería en San Sebastián Tenochtitlán forma parte de la identidad del lugar, donde la mayor parte de sus habitantes se dedica a la pastelería.

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San Sebastián Tenochtitlán y un récord que reconoció su identidad

Así como se reconoce a Santa Clara del Cobre con las artesanías en ese metal, San Sebastián Tenochtitlán es asociado a la repostería. No se trata simplemente del sustento económico principal del pueblo, sino de una tradición que se fue perfeccionando con los años hasta ubicarlo en la cumbre de la repostería.

De hecho, muchos de sus habitantes han perfeccionado sus técnicas expandiendo sus productos más allá del pueblo, del estado e incluso del país. Y en eso, el Récord Guinness logrado mucho tuvo que ver. En 2020, más exactamente el 26 de enero, San Sebastián Tenochtitlán se sumó al libro de los récords gracias a un pastel de 291.3 metros de longitud y 80 toneladas de peso

No se trató de cualquier pastel únicamente por sus dimensiones, sino porque además, evocó en su decoración el sentimiento patriótico de su pueblo. En efecto, el pastel estaba decorado con motivos conmemorativos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución mexicana.

Cada 20 de enero, San Sebastián Tenochtitlán se viste de fiesta

El espíritu comunitario que llevó a este pueblo a concretar la hazaña del pastel más grande del mundo, es el que cada 20 de enero colma sus calles. Se trata de la fecha en que se conmemora a su santo patrono, San Sebastián Mártir. Ese día, las calles se visten de fiesta: música, bailes tradiciones, procesiones y trajes típicos.

Hasta aquí, la descripción de cualquier otra festividad mexicana. Sin embargo, la cereza del pastel es la misa a cuyo término los reposteros locales regalan pastel a los asistentes. El gesto, que se repite año a año y convoca a turistas de todo el país, es para los locales una manera de fortalecer el sentimiento de comunidad que aún conservan.