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Una nueva investigación científica ha revelado un sorprendente mecanismo natural de protección de la Gran Muralla China, uno de los monumentos más emblemáticos de la humanidad. Científicos han descubierto que una delgada capa viva que cubre su superficie y actúa como una poderosa barrera protectora natural contra el deterioro.
Este hallazgo, publicado esta semana en la prestigiosa revista Current Biology, abre nuevas perspectivas sobre la conservación del patrimonio histórico y demuestra cómo la naturaleza puede convertirse en aliada de la preservación cultural.
El estudio revela que esta comunidad microbiana, conocida científicamente como biocostra, no solo enriquece la biodiversidad del antiguo monumento, sino que también desempeña un papel fundamental en su conservación a largo plazo al incrementar significativamente su resistencia al desgaste.
Descubren la verdadera razón de por qué la Gran Muralla China se mantiene en pie después de siglos
Los resultados de esta investigación representan un cambio de paradigma en la forma en que se entiende la conservación de monumentos históricos, especialmente aquellos expuestos a condiciones climáticas extremas durante siglos.
Qué es la biocostra que protege a la Gran Muralla China
Científicos de la Universidad Agrícola de China llevaron a cabo un exhaustivo análisis de seis sitios distribuidos a lo largo de un tramo de 600 kilómetros de la Gran Muralla, específicamente en zonas caracterizadas por climas áridos y semiáridos. El equipo de investigación comparó meticulosamente el microbioma superficial, compuesto por cianobacterias, algas, líquenes y musgos, con el de los muros adyacentes que carecían de esta capa protectora, buscando identificar diferencias significativas en su composición y funcionalidad.
Los resultados fueron reveladores en múltiples aspectos. Las secciones cubiertas por esta costra biológica albergan comunidades bacterianas y fúngicas con una abundancia, diversidad y complejidad de red entre un 12 por ciento y un 62 por ciento mayores que las zonas sin esta protección natural. Esta mayor diversidad microbiana no es meramente decorativa, sino que cumple funciones ecológicas cruciales que contribuyen directamente a la integridad estructural del monumento.

Además, el mosaico de costras ha enriquecido los genes funcionales resistentes al estrés entre un 4 por ciento y un 15 por ciento, fortaleciendo las defensas naturales de la muralla. Simultáneamente, ha reducido la prevalencia de vías metabólicas que generalmente se asocian con el deterioro del patrimonio, funcionando como un filtro biológico que minimiza los procesos de degradación. Según los investigadores, estos hallazgos constituyen un paso crucial para comprender el microbioma de la Gran Muralla, conocimiento que contribuirá significativamente a la conservación de este monumento sin igual para las generaciones futuras.
Cómo la biocostra ayuda a la conservación del patrimonio mundial
Este descubrimiento plantea importantes interrogantes sobre las estrategias tradicionales de conservación de monumentos históricos. Durante décadas, los esfuerzos de restauración se han centrado en la limpieza y eliminación de organismos biológicos de las superficies históricas, bajo la premisa de que estos aceleran el deterioro. Sin embargo, la investigación sobre la Gran Muralla sugiere que ciertos tipos de colonización microbiana pueden ser beneficiosos, actuando como una barrera protectora natural contra la erosión y el desgaste.
La biocostra demuestra ser particularmente efectiva en ambientes extremos, donde las condiciones climáticas áridas y semiáridas representan un desafío constante para la preservación de estructuras antiguas. Esta capa viva no solo protege físicamente la superficie de la muralla contra el viento, la lluvia y las variaciones de temperatura, sino que también establece un equilibrio ecológico que previene la colonización por microorganismos más dañinos. El estudio abre la puerta a nuevas metodologías de conservación que trabajen con la naturaleza en lugar de contra ella.
La historia milenaria de la Gran Muralla China
Para comprender la magnitud de este descubrimiento, es esencial conocer la rica historia del monumento que protege esta biocostra. La Gran Muralla China nació en el siglo III a.C., cuando el primer emperador, Qin Shi Huang, decidió unificar varias murallas regionales para proteger el norte del imperio de los ataques de pueblos nómadas. Aunque inicialmente fue concebida como una obra militar defensiva, también funcionó como una frontera política y simbólica en el complejo proceso de consolidación del Estado chino.
A lo largo de los siglos, distintas dinastías, sobre todo Han, Sui y Ming, ampliaron, reforzaron y reconstruyeron la muralla, adaptándola a las necesidades estratégicas de cada época. La etapa más importante fue durante la dinastía Ming, entre los siglos XIV y XVII, cuando adquirió su aspecto actual: una impresionante estructura de ladrillo y piedra que se extiende por montañas, valles y desiertos, acompañada de torres de vigilancia y puestos de guardia estratégicos.

Aunque no siempre logró frenar invasiones como la de los mongoles, se convirtió en un poderoso símbolo de resistencia y de identidad para China. Con el tiempo, algunas zonas quedaron en ruinas y otras se preservaron cuidadosamente, hasta que en 1987 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Hoy es uno de los monumentos más visitados del mundo y una de las obras arquitectónicas más icónicas jamás construidas, y ahora sabemos que cuenta con su propio sistema de protección natural que ha contribuido a su supervivencia a través de los milenios.















