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Mucho antes de que la guerra tecnológica formara parte del escenario cotidiano, Nikola Tesla ya había anticipado un cambio radical en la manera de combatir. A finales del siglo XIX, el genio serbio-estadounidense imaginó máquinas capaces de ser controladas a distancia, sin exponer directamente a los soldados al campo de batalla.
Para él, esta innovación no solo representaba un avance técnico sin precedentes, sino también una estrategia de disuasión: si la guerra se volvía demasiado devastadora y costosa, las naciones evitarían recurrir a ella. Más de 100 años después, su predicción resulta inquietantemente actual.
Nikola Tesla y la primera demostración de control remoto
En 1898, durante la Exposición Eléctrica Internacional de Nueva York, Nikola Tesla sorprendió al mundo al presentar un pequeño bote teledirigido por ondas de radio. En una época donde las comunicaciones inalámbricas apenas comenzaban a desarrollarse, aquel experimento parecía casi magia.
Con esta demostración, probó por primera vez que era posible controlar un objeto a distancia sin contacto físico. El invento no solo consolidó sus avances sobre la transmisión inalámbrica, sino que también sentó las bases de una tecnología que, décadas más tarde, sería aplicada al ámbito militar.
Ese mismo año, el inventor patentó un “aparato para controlar vehículos en movimiento”, capaz de operar mediante impulsos eléctricos transmitidos por aire, agua o tierra. No se trataba solo de un logro científico, sino de una herramienta con un enorme potencial estratégico.
Nikola Tesla imaginaba que estas máquinas podrían sustituir la presencia humana en el combate, reduciendo las bajas y, al mismo tiempo, generando un efecto disuasivo sin precedentes.
Cómo Tesla anticipó los drones militares y los dilemas éticos actuales
Las ideas de control remoto y automatización de Nikola Tesla se convirtieron, con el paso del tiempo, en el punto de partida de los drones militares modernos. Hoy, estos dispositivos participan en operaciones estratégicas en distintas regiones del mundo, cumpliendo exactamente la función que el inventor había visualizado: atacar sin arriesgar directamente a los soldados.
Sin embargo, su legado también abrió un profundo debate ético que sigue vigente. Si bien estas tecnologías pueden salvar vidas en el propio bando, también amplían la capacidad de ejercer fuerza letal a distancia, muchas veces sin un rostro visible detrás del accionamiento.
Nikola Tesla creía que sus inventos podrían contribuir a la paz al hacer la guerra demasiado peligrosa para ser librada. No obstante, el desarrollo de los drones demuestra que toda innovación posee una doble cara: puede ser una herramienta de disuasión, pero también un instrumento que redefine los límites del conflicto, el poder y la responsabilidad en la guerra moderna.