La fortuna de los millonarios es en gran parte fruto de su mirada estratégica. De ese olfato para descubrir la oportunidad en donde otros solo ven caos. Y eso fue precisamente lo que en 1990 Carlos Slim vio en la compra de Telmex hace más de 30 años atrás. De hecho, fue esa estrategia de inversión la que marcó un antes y un después en su propia economía hasta convertirlo en el magnate que es hoy.
Cuando Slim posó su mirada en Teléfonos de México (Telmex), la empresa era estatal y sus deficiencias eran múltiples. Meses de espera para obtener una línea telefónica, cobertura limitada y equipo obsoleto. Fue en ese contexto en el que el hoy empresario más rico de Latinoamérica invirtió en telecomunicaciones.
Carlos Slim y Telmex: La inversión justa, en el momento justo
En el marco de ese contexto de pérdida y caos, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari optó por la privatización de Telmex como una forma de atraer capitales y al mismo tiempo, de revertir el estado de abandono.
De ese modo, el 19 de diciembre de 1990, el Grupo Carso, liderado por Slim, en asociación con France Télécom y Southwestern Bell, tomó el control mayoritario de Telmex. El monto invertido por la sociedad ascendió a 442.8 millones de dólares dentro de una operación total de 1,757 millones. El movimiento fue decisivo.
Slim fue el impulsor de un proceso intensivo de modernización que abarcó infraestructura, digitalización y la ampliación en la cobertura de servicios. De ese modo, Slim convirtió a Telmex en un actor central del sector dejando atrás su imagen de abandono.
La evolución de Telmex permitió a Slim erigirse en referente en lo que a las telecomunicaciones. De hecho, el éxito de Telefonía de México fue la base para el nacimiento y crecimiento de América Móvil, hoy convertida en un modelo regional.
La estrategia de Slim marcó una época
Aunque hoy el negocio de Telmex no sea rentable -según el propio Carlos Slim- el peso simbólico y estratégico de la compañía sigue vigente. Su adquisición no solo modernizó un servicio público fundamental, sino que también cimentó uno de los legados empresariales más notorios del país.
Más allá de las posturas respecto de lo positivo o no de las privatizaciones, la empresa es en sí misma un ejemplo práctico y paradigmático de cómo una privatización puede redefinir tanto una industria como el destino de un empresario. Para Slim, fue más que una inversión: fue el punto de partida de un imperio.