El papa León XIV dio un sorpresivo mensaje a los hombres y las mujeres desde Castel Gandolfo, en Italia, donde dirigió la oración mariana del Ángelus delante del Palacio Apostólico.
Ante una Plaza de la Libertad colmada de fieles entusiastas, el Sumo Pontífice animó a vivir el tiempo estival como una oportunidad para redescubrir el sentido profundo del encuentro y de la apertura interior.
En su reflexión, invitó a los fieles a bajar el ritmo y abrirse al encuentro con Dios, con los demás y con uno mismo. Y a partir de la lectura del Evangelio de Marta y María, alertó sobre el riesgo de vivir en automático, sin saborear lo esencial.
"Cada vez que aceptamos la invitación a la Cena del Señor y participamos en la mesa eucarística, es Dios mismo quien ‘pasa a servirnos'", afirmó León XIV. Y añadió: "Nuestro Dios supo hacerse huésped primero, y también hoy está a nuestra puerta y llama".
"Es necesaria la humildad tanto para acoger como para ser acogido. Requiere delicadeza, atención, apertura", agregó el Sumo Pontífice.
El inesperado mensaje del papa León XIV: "Necesitamos gozar..."
Comentando el Evangelio dominical, el Papa observó que Marta, aunque generosa, se deja absorber por el ajetreo de las tareas, lo cual la aleja del sentido profundo de la visita de Jesús.
"Está tan concentrada en lo que tiene que hacer para acoger a Jesús, que corre el riesgo de arruinar un momento de encuentro inolvidable", señaló. Y puntualizó: "Marta es una persona generosa, pero Dios la llama a algo aún más hermoso que la propia generosidad. La llama a salir de sí misma".
En contraste, señaló que María "pareciera que ha perdido el sentido del tiempo, conquistada por la palabra de Jesús".
El Papa aclaró que no se trata de una actitud pasiva ni evasiva: "No es que sea menos concreta que su hermana, ni menos generosa, sino que ha aprovechado la oportunidad". Por eso, Jesús reprende a Marta: porque se ha quedado fuera de una intimidad que también a ella le daría una gran alegría".
En este sentido, León XIV propuso que el verano sea un tiempo para "bajar el ritmo" y adoptar una actitud más parecida a la de María. "A veces no nos permitimos los mejores momentos", lamentó. "Necesitamos gozar de tener un poco de descanso, con el deseo de aprender más sobre el arte de la hospitalidad", aseguró.
"Todo encuentro verdadero no se puede comprar, es gratuito: sea el que se tiene con Dios, como el que se tiene con los demás, o incluso con la naturaleza", concluyó en su mensaje.
A modo de ejemplo, recordó cómo Abraham y Sara, a pesar de su edad avanzada, recibieron la promesa de una nueva vida al acoger al Señor mismo en tres viajeros: "También para nosotros, aún hay tanta vida por acoger".
El Santo Padre concluyó su reflexión invocando la intercesión de la Virgen María, "la Madre hospitalaria, que acogió al Señor en su seno y junto con José le dio un hogar". En ella, dijo, "resplandece nuestra vocación, la vocación de la Iglesia de seguir siendo una casa abierta a todos, para continuar acogiendo a su Señor, que pide permiso para entrar".