

El papa Francisco visitó ayer la favela Varginha, en el norte de esta ciudad brasileña, donde transmitió a sus habitantes el acompañamiento de la Iglesia y reclamó a las autoridades políticas trabajar para acabar con tantas injusticias sociales
Ningún esfuerzo de pacificación será duradero para una sociedad que abandona a la periferia a sí misma, advirtió el Sumo Pontífice, quien llegó a las 11 a Varginha en el papamóvil, donde saludó a la gente, besó y bendijo a niños, y hasta dijo en tono de broma que aceptaría que lo inviten un cafecito pero no una cachaça, bebida alcohólica típica brasileña.
Quería lanzar una apelación a los que poseen más recursos, a las autoridades públicas y a las personas comprometidas con la justicia social: no se cansen de trabajar por un mundo más justo y solidario, afirmó.










