

El acuerdo alcanzado en Minsk para frenar el conflicto en Ucrania, con un cese al fuego desde la medianoche del sábado y el retiro de las armas pesadas, abrió una puerta a la paz, pero dejó un halo de escepticismo por las dificultades que supondrá poner en práctica lo negociado por los líderes de Kiev, Rusia, Francia y Alemania.
Los presidentes Petro Poroshenko, Vladimir Putin, Francois Hollande y la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, se comprometieron a aplicar la hoja de ruta con los puntos acordados por el grupo de contacto, que reunió a los emisarios de Kiev con los separatistas prorrusos, lo que renovó las esperanzas de cerrar el sangriento enfrentamiento en el este ucraniano, que dejó un saldo de 5.300 muertos.
"La negociación ha sido muy difícil y no esperamos que la puesta en marcha del proceso sea fácil", dijo ayer Poroshenko, que voló de Minsk a Bruselas para asistir a la cumbre de dirigentes europeos, en la que se abordó el tema de Ucrania y la crisis griega.
"Un signo de esperanza, pero todavía hay grandes obstáculos delante de nosotros", dijo Merkel, mientras Hollande coincidió en que significaba "una esperanza seria, pero aún queda mucho por hacer".
El presidente de la Comisión Europea fue claro. "Mejor un pequeño acuerdo, que un fracaso" de las negociaciones.
El plan para llevar paz al este de Ucrania parece frágil y tomará un tiempo su puesta en práctica en el terreno, pero tiene el mérito de mantener vivo el diálogo cuando venía creciendo la tensión entre Occidente y Rusia, bajo la lupa por las acusaciones de enviar veladamente armas y fuerzas para sostener la causa de los rebeldes contra Kiev.
El acuerdo, que retoma las grandes líneas del documento firmado también en Minsk en septiembre que nunca llegó a implementarse, evita a corto plazo un endurecimiento de las sanciones occidentales contra Rusia, y pone freno a las intenciones de sectores del Congreso de Estados Unidos, que pedían a Washington el envío de armamento a las tropas de Poroshenko.
Estados Unidos celebró ayer el pacto y pidió "medidas inmediatas y concretas para que todas las partes cumplan sus compromisos". El presidente Barack Obama advirtió que Putin debe "poner fin a su apoyo a los separatistas" y "retirar las armas pesadas y sus soldados" del este de Ucrania.
El plan exige un alto al fuego y el retiro de tropas y armas pesadas, creando una zona libre de entre 50 y 140 km en torno a la línea de frente. Prevé además la puesta en marcha de una nueva Constitución antes de 2016 que incluya una "descentralización" de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk. Este último punto se vincula con la exigencia de los rebeldes, pero hasta ahora venía siendo rechazado por el gobierno de Kiev.
Como un adelanto de lo que podrá seguir, ayer el gobierno de Poroshenko dijo que durante la cumbre de Minsk medio centenar de tanques y material pesado habían entrado a territorio ucraniano desde Rusia, sin más precisiones.
Putin, a su vez, aseguró que los separatistas que rodean a los soldados ucranianos parapetados en la localidad de Debaltsevo, esperan que estos "depongan las armas" para que entre vigor el alto al fuego. "El retiro de las armas podría llevar más de dos o tres días", advirtió Andrei Purguin, alto representante de los separatistas en Donetsk.
En este contexto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció que concedería a Kiev, cuya economía roza a quiebra, un nuevo préstamo de u$s 17.500 millones a lo largo de cuatro años, a cambio de reformas. El Banco Mundial ofreció otro financiamiento por u$s 2.000 millones.










