Mientras los nuevos edificios de la zona evocan renovación y la calle que divide "sus mitades" todavía se emplaza mansa, la casa 117 de la manzana 4 comprime una idea transformadora del ritual gastronómico: solcito de refilón, limón intenso, chicha morada, maridaje delicioso, sangre inca y virtud profundamente popular. Allí, una fachada color verde agua acompañada con unas sombrillas, sillas y mesitas dan lugar a Peruvian Nikkei, el proyecto de alta gastronomía peruana del chef Elvis Barrera García emplazado en el corazón del barrio Rodrigo Bueno.
Elvis no es el primero que hizo un buen ceviche mixto en Buenos Aires ni se ensancha como un campeón entre sus paisanos: "Simplemente somos diferentes", dice, mientras hace hincapié en las incuestionables virtudes de su producto. Bajo su espalda, la experiencia de haber aprendido todos los yeites de la gastronomía en uno de los restaurantes fusión más top de Palermo. Y en sus manos, la confección de delicias superlativas como el arrolladito de camarón con maní, queso y salsa de tamarindo. "Un postrecito", bromea.
Así las cosas, para disfrutar de los platos de Peruvian Nikkei hace falta salirse un poco del radar obvio de los corredores gastro de siempre: ni Puerto Madero, ni Palermo, ni Recoleta, ni Villa Crespo, ni Av. Corrientes. Entre camionetas 4x4 que pasan con música al palo y el sonar del piberío que transpira ilusiones messísticas frente a un paredón, Elvis sirve un lomo saltado con salsa de ostras y la camarera Daniela aclara que no, que esa chicha no se hace con polvo sino que usan maíz culli verdadero.
Y a pasitos de un destacamento de Policía de la Ciudad, Elvis tiende conversación y sus sinuosos caireles pasan por su activismo adventista, su formación en el Instituto Argentino de Gastronomía, algunos tips útiles y su mirada sobre por qué no incluye cerdo en sus platos.
LA GASTRONOMÍA COMO ALMA DEL BARRIO RODRIGO BUENO
Entre sus clientes habituales, muchos vecinos del lugar pero, también, muchos más, empresarios, políticos y cajetillas varios que asoman el pico por el barrio Rodrigo Bueno para disfrutar de sus manjares. Un público que, tal vez, muy posiblemente, de no ser por la propuesta de Elvis, ni pintarían por ahí. Y su sola presencia -esa comida en ese lugar- reviste con argumentos la idea de que para disfrutar lo bueno hay que salirse de lo obvio. Y que ese run run desaforado de "mucho es mejor" no empalma siempre bien cuando la propuesta tiene lo "justo pero muy, muy bueno".
Con una carta "corta" y una oferta de platos que oscilan entre los $700 y $1200, Peruvian Nikkei también se destaca con una muy buena variedad de cócteles tradicionales: Pisco Sour clásico o de maracuyá, Machu Picchu, Algarrobina y Chilcano Drink, entre otros, con precios que van entre $500 y $600 cada uno.
A la sazón, muy posiblemente Peruvian Nikkei se convierta en la plaza predilecta de los buscadores de experiencias originales, de quienes pesquisan la excelencia en la periferia y de quienes saben bien que para dorar una cebolla o para servir una jalea mixta también hace falta filosofía. ¿El dato? Hacen envíos a un montón de barrios de la Capital Federal pero muchos platos, fundamentalmente los calientes, bien vale comerlos in situ. De cualquier manera, hay que saber que con los fríos, como el sushi y sus parientes, no hay ningún problema.
Entretanto, en el seno del asentamiento porteño ubicado al lado de la Reserva Ecológica de la Costanera Sur, la cocina de Peruvian Nikkei bien podría ser merecedora de una un premio: aquí se juntan productos frescos, con sabores intensos, emplatados perfectos y un conocimiento al dedillo de las técnicas culinarias peruanas. Una fórmula indestructible que se vale por sí misma, pero que vale más, mucho más, por su contexto.