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Con la llegada del próximo fin de semana largo por Semana Santa, que este año se celebrará del 17 al 20 de abril, muchos argentinos ya planean escapadas para disfrutar de unos días de descanso.
En este contexto, los pueblos cercanos a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ganan protagonismo como opciones ideales para una salida rápida y con paisajes inolvidables. Entre ellos, Villa Epecuénse destaca como una joya única, tanto por su historia como por su mística.
Este pueblo fantasma, está ubicado en el partido de Adolfo Alsina, a pocos kilómetros de Carhué, esta localidad bonaerense atrae a quienes buscan algo más que relax: una experiencia entre ruinas, sal, naturaleza y memoria.
A tan solo 520 kilómetros de la capital, el trayecto en auto desde CABA demanda entre cinco y seis horas, atravesando rutas nacionales y provinciales que conectan con la región sudoeste de la provincia.
El pueblo fantasma que resurgió de las aguas
Villa Epecuén fue fundada en 1921 y durante décadas funcionó como un afamado centro turístico. Su mayor atractivo eran las aguas del lago Epecuén, con una salinidad comparable a la del Mar Muerto, y reconocidas por sus propiedades curativas, especialmente para enfermedades de la piel y dolencias reumáticas.
En su época de esplendor, el pueblo albergaba a unos 1.000 residentes y contaba con 5.000 plazas hoteleras para los miles de visitantes que llegaban año a año. Pero todo cambió a partir de la década del 70, cuando un conjunto de obras hidráulicas mal gestionadas y luego abandonadas durante la última dictadura militar provocaron una catástrofe: la laguna comenzó a subir entre 50 y 60 centímetros anuales.
Finalmente, en 1985, el agua superó los límites de contención e inundó completamente el pueblo. Epecuén quedó bajo el agua, transformándose en un pueblo fantasma.
No fue sino hasta dos décadas después que las aguas comenzaron a retirarse, revelando un paisaje desolador y fascinante al mismo tiempo: estructuras corroídas, casas sepultadas en sal, y vestigios de una vida que quedó congelada en el tiempo. Ese escenario, lejos de espantar, atrajo la atención de turistas, fotógrafos, documentalistas y curiosos de todo el mundo.
Naturaleza, historia y postales de otro planeta
Hoy, recorrer Villa Epecuén es sumergirse en un espacio que conjuga historia, naturaleza y una estética casi apocalíptica. Lasruinas se pueden explorar en un solo día, aunque muchos eligen extender su estadía en Carhué o en alojamientos cercanos para disfrutar con más tranquilidad de los paisajes y actividades al aire libre.
Uno de los momentos más especiales se da al atardecer, cuando los rayos del sol se reflejan sobre la superficie del lago y tiñen de dorado las ruinas, generando una imagen difícil de olvidar. Además, la zona es ideal para el avistaje de aves, incluyendo flamencos, el grupo más grande del continente, y otras especies típicas de ambientes lacustres.
¿Cómo llegar desde Buenos Aires?
El camino a Villa Epecuén desde CABA incluye varios tramos: primero se toma la Autopista Ricchieri hacia Ezeiza, luego se continúa por la Autopista Ezeiza-Cañuelas. Desde allí, se sigue por la Ruta Nacional 205 hasta Bolívar, para luego tomar la Ruta Provincial 65 en dirección a Guaminí.
Finalmente, se accede a través de la Ruta Nacional 33 hasta empalmar con la Ruta Provincial 60. Para quienes buscan desconectarse del ritmo urbano y conectar con un lugar cargado de significado, Villa Epecuén se presenta como una opción diferente, impactante y profundamente reflexiva para este feriado deSemana Santa.