

La esclerosis múltiple afecta principalmente a personas jóvenes, entre 20 y 40 años, y es 3 veces más frecuente en mujeres que en hombres. Un tratamiento correcto conlleva una mejora en la calidad de vida y el bienestar del paciente y su entorno.
El jueves 30 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple (EM), una iniciativa global que se lleva adelante desde hace once años promovida por la Federación Internacional de Esclerosis Múltiple (MSIF)y sus miembros, con el objetivo de difundir, sensibilizar y movilizar a la comunidad sobre esta problemática de salud. Cada año la campaña propone un tema diferente; en esta nueva edición es “Mi EM Invisible (#MiEMinvisible) y busca crear conciencia acerca de los síntomas invisibles de la EMy cómo influyen en la calidad de vida sin que se aprecien de forma visual.
La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad crónica, inflamatoria y degenerativa del sistema nervioso central. Afecta principalmente a personas jóvenes, entre 20 y 40 años, es decir, cuando en general están en la plenitud de su vida social y económicamente activa y, afecta 3 veces más a mujeres que a hombres.
La enfermedad de las “mil caras
La esclerosis múltiple es una enfermedad crónica del sistema nervioso central,no es hereditaria ni contagiosa. Si bien se desconoce su causa, los investigadores indican que un mecanismo autoinmune es el responsable de la inflamación y la desmielinización que provoca esta patología.Algunas personas experimentan una gran cantidad de síntomas, mientras que otras sólo algunos. Los síntomas más comunes incluyen problemas en la visión, debilidad en las extremidades, dificultad para caminar, trastornos de equilibrio, alteraciones cognitivas, entre otros.
Al tratarse de una enfermedad de síntomas tan heterogéneos,la evolución distinta y el impacto social y económico que conlleva, la EM requiere de una atención multidisciplinaria adecuada a la situación de cada paciente.
Las particularidades de la EM junto con la evolución de la discapacidad representan un enorme desafío para los sistemas de salud del mundo, que han comenzado a plantearse interrogantes respecto del impacto que genera la utilización de los servicios de salud en función de un diagnóstico y la elección del tratamiento correcto.
Un estudio realizado por un centro de salud en Catalunya (España)[1]nos muestra el incremento del costo en salud a medida que aumenta la discapacidad del paciente. Un paciente con EM sin discapacidad tiene un costo para el sistema promedio de 8009 euros, un paciente con EM y una discapacidad media (EDSS 4- 5) tiene un costo de 18399 euros y uno con discapacidad severa (EDSS mayor a 7.5) 36656 euros. Estos datos constituyen una muestra de cómo la discapacidad en esta enfermedad utiliza el sistema de salud e incrementa los costos.
Por tratarse de una enfermedad crónica, discapacitante, y con un desarrollo poco previsible, conlleva un impacto significativo en la vida social y económica de la persona y su entorno. Estos pacientes a medida que evoluciona la enfermedad disminuyen su productividad, incrementando las ausencias laborales y la utilización de los servicios de salud. Por otro lado, la interacción social disminuye cuando el tratamiento no se realiza de manera precoz y correctamente.
Si hablamos de la elección del tratamiento,“como estrategia inicial tomamos en cuenta y se evalúan las características del paciente, la forma de presentación y el grado de actividad de la esclerosis múltiple, y las características propias de los medicamentos a utilizar. Por ejemplo, muy probablemente una mujer joven, con deseo de embarazo en el corto plazo, con una enfermedad de baja actividad recibirá un fármaco diferente a un hombre de edad media con una enfermedad altamente activa. Estas variables nos ayudan a personalizar el tratamiento con el objetivo de lograr la mejor efectividad posible para cada paciente . señaló el Dr. Pablo López, neurólogo de los Servicios de Neurología y Neurofisiología del Hospital Alemán.
Si bien la EM aún no tiene cura, se ha avanzado mucho en su conocimiento y tratamiento logrando modificar el curso natural de la enfermedad a través de la reducción de la cantidad y severidad de los brotes, la disminución en la aparición de nuevas lesiones cerebrales, el retraso en la progresión de la discapacidad, y la mejora en la calidad de vida.
En el mundo aproximadamente 2.300.000 personas están afectadas por la EM, mientras que en Argentina un estudio reciente en la ciudad de Buenos Aires y GBA estimó una prevalencia de 38 personas cada 100.000 habitantes.[2]










