En vez del vestidito negro clásico, la estrella de los desfiles de la Semana de la Moda de Nueva York–que terminó el viernes pasado– fue el vestido blanco, preferentemente largo o con tajos y bordes desparejos.

Pero todo lo que los diseñadores taparon por abajo, decidieron destaparlo en el medio. O tal vez simplemente tuvieron como objetivo ahorrar en telas, anticipando un ajuste presupuestario por la crisis. Sea como fuere, un sorprendente número de diseñadores optó por considerar la zona entre la punta del esternón y el ombligo como la más atractiva y digna de mostrarse en las mujeres, y la dejaron descubierta o apenas tapada por gasa o chiffon de seda.

De todos modos, siempre hay que tener en cuenta que, por atractivo que este y otros detalles de moda resulten en las modelos, el resultado no es el mismo cuando las clientas las eligen y después se miran al espejo.

Una tendencia que no se vio en la última semana de la moda de Nueva York fue la de las grandes hombreras. Y tampoco abundaron las minifaldas: dos características que se instalaron el año pasado y parecían destinadas a durar. En cambio, un look que según parece reaparecerá con fuerza es el de los pantalones sueltos y con cintura en su lugar, que casi habían desaparecido de circulación.

En colores, además del predominio casi absoluto del blanco, se vio también la combinación de naranjas y marrones, el camel y el arena, y toda la gama del azul, incluyendo el denim, que sigue de moda.