Los planes de Rosneft, la petrolera rusa controlada por el Estado, de empezar a cotizar en la Bolsa londinense plantean importantes cuestiones de carácter ético y energético. Los aspectos éticos son relativamente sencillos. El principal activo de Rosneft es el yacimiento petrolífero de Yugansk, que Yukos compró cuando los activos de esa empresa fueron subastados por estar atrasada en el pago de impuestos. Pero la adquisición no fue directa. Se adjudicó la subasta a una empresa rusa desconocida que en cuestión de días se vendió a Rosneft.

Se cree que la operación fue diseñada por el poderoso asesor del presidente Vladimir Putin, Igor Sechin, presidente de Rosneft, y financiada por un grupo de bancos rusos. La operación reportó a los anónimos propietarios una cantidad de dinero desconocida. Parte de lo recaudado en la salida a bolsa serviría para pagar a los bancos rusos.

La cuestión es si debe permitirse que la salida a bolsa siga adelante sin antes dar a conocer la información pertinente; de hecho, cabe preguntarse si debería permitirse su ejecución, con independencia de que se facilite la información. El argumento de que mejorará la transparencia ignora el hecho de que Rosneft es un instrumento del Estado que siempre estará al servicio de los objetivos políticos del Gobierno ruso.

El aspecto de la energía es más complicado y requiere ciertas explicaciones. Cuando el sistema soviético se desintegró, el sector energético se privatizó de forma caótica. Se realizaron dudosas transacciones y se hicieron enormes fortunas. Cuando Putin llegó a la presidencia, utilizó el poder del Estado para recuperar el control del sector energético, enviando a prisión al presidente de Yukos, Mikhail Khodorkovsky, y declarando en quiebra a la firma.

Putin colocó a su hombre de confianza, Alexei Miller, al frente de Gazprom tras expulsar a los directivos del entorno de Khodorkovsky, que había construido un feudo privado con los bienes de Gazprom. En lugar de disolver el feudo, el presidente lo utilizó para reivindicar el control sobre la producción y el transporte de gas al extranjero.

A principios de 2006, Rusia cortó el suministro de gas a Ucrania y ese país decidió tomar el gas de los gasoductos que lo atravesaban en camino a otros países europeos, lo que provocó las protestas airadas de Europa que obligaron a Rusia a restablecer el suministro a Ucrania. Sin embargo, en el acuerdo posterior, Rusia salió ganando. Prometió el suministro de gas a precios reducidos durante seis meses, mientras que Ucrania se comprometió a fijar las tarifas de tránsito durante cinco años. Pasados seis meses, Rusia podrá ejercer presión política sobre Ucrania, amenazando con aumentar el precio del gas.

La dependencia energética está teniendo una influencia enorme sobre la actitud y la política de la UE hacia Rusia y sus países vecinos. Por el bien de sus intereses nacionales, los Estados miembros deberían desarrollar una política energética común. Una actuación conjunta garantizará la mejora de un equilibrio de poderes.

A corto plazo, Rusia tiene el timón: una interrupción del suministro del gas afectaría de forma inmediata a las economías europeas; Rusia, en cambio, sólo se vería perjudicada por una interrupción de los ingresos generados por el gas. A largo plazo, la situación daría un importante giro. Rusia necesita un mercado para su gas y tendría pocas alternativas mientras Europa se mantenga unida.

El planteamiento de Europa a Rusia podría ser que, si desea mantener y aumentar su mercado en Europa, deberá mostrarse dispuesta a introducir un cambio en las condiciones ratificando la Carta Europea de la Energía y la Iniciativa de Transparencia de las Industrias de Extracción. Esto acabaría con el monopolio gasístico ruso y pondría fin a las actuales maniobras. La seguridad energética está entre las prioridades de la próxima reunión del Grupo de los Ocho, que se celebrará en San Petersburgo. Si la OPV de Rosneft saliera adelante, se consolidaría una situación que va en detrimento de la seguridad energética de Europa y debilita la posición negociadora de la UE frente a Rusia.