

El Presidente de la República, después del triunfo electoral, profundizaría el desarrollo capitalista nacional, integrándolo a una suerte de Reformismo a la Americana.
Los variados peronismos, por composición y práctica, junto a sus múltiples aliados federales y sindicales, conformarían un bloque elástico de reformismo atenuado, con similitudes orgánicas al Partido Demócrata norteamericano, modelo que agrada al Presidente, como lo confirmarían las afinidades verificadas en sus viajes.
El variado muestrario ideológico de los representantes demócratas estaduales norteamericanos, sin olvidar sus tradiciones populistas, se asemejan al universo de las recientes y múltiples alianzas federales tejidas por el Presidente, de las que , sólo por corto tiempo, estarían ausentes socialistas santafecinos y duhaldistas bonaerenses En el mediano plazo, la convergencia sería inevitable y “...el movimiento lo sería todo , como dijera Eduardo Berstein, padre del social-reformismo.
El imaginario presidencial de equidad y justicia social, incluso, se identificaría más favorablemente con los sectores progresistas demócratas que con la heterogénea socialdemocracia europea.
Se trataría de ayudar a construir un Estado más moderno, con reformas impositivas de fondo, en una sociedad más equitativa y con una más justa distribución de la riqueza, sin las iniquidades intolerables que hoy se mantienen por arriba de las registradas en el 2001.
Ello permitiría que el New Deal K sea más atractivo, paz social de por medio, para las ansiadas inversiones, que algunos demócratas alentarían.
Para ello, la participación sindical es decisiva. Los sindicatos argentinos tienen bastantes similitudes con los sindicatos americanos, la propia ley de unicidad sindical es una prueba. Es un sindicalismo de negociación colectiva, con prestaciones de servicios y con dosis homeopáticas de propuestas y presiones sociotransformadoras.
¿Cuál es la situación actual inmediata de esos sindicatos?
Los que poseen capacidad de presión negociadora, se preparan, obviamente, para la nueva ronda, en enero-marzo de 2006 con básicos mínimos integrados de $1.500/1.800 mensuales.
Para dar salida a esas inquietudes, sin frustraciones, se propondría un Acuerdo o Pacto Social inmediato (no un Consejo Económico Social elefantiásico y que algunos aquí alientan, por intereses menores). Ese acuerdo debería posibilitar establecer condiciones mínimas, preservando el crecimiento y evitando expectativas negativas.
Se prevería realizarlo en cuatro niveles diferentes y articulados, de simple ejecución: a): un acuerdo marco nacional básico general (por ejemplo CGT-UIA.); b) un nivel sectorial específico, con las confederaciones de actividad existentes; c) un tercer nivel con los convenios de actividad, industria, rama o sector y, finalmente, d) el cuarto nivel de la empresa para el análisis micro de seguridad laboral, calidad de trabajo, eficiencia y productividad.
El nuevo modelo de un Reformismo a la Americana, podría asegurar, un Estado de Bienestar ligth, reforma impositiva previa de por medio, con salarios actualizados, seguros sociales, tasas de ganancias adecuadas, crecimiento del mercado y seguridad jurídica impecable con una Corte Suprema inobjetable.
Esa nueva conformación posibilitaría las predilecciones presidenciales, por transformarnos en una especie de Nueva Zelanda sudamericana.
Ese reformismo a la Americana y un Acuerdo Social articulado, serían pues, los condimentos básicos del New Deal K poselectoral, dando continuidad a las viejas y nuevas alianzas, favorables a un crecimiento mas equitativo,...pero, eso sí, sin ansiedades ni rencores de índole paranoide.










