

“Él es paternalista, tú eres paternalista, yo soy paternalista , se titula una columna escrita por Lázaro Barredo Medina, editor del Granma el diario del Partido Comunista cubano, después de un mes de debate público sobre la eliminación de gratuidades y la modernización de la economía cubana.
El tono reflejaba la frustración que sienten los funcionarios después de los esfuerzos del gobierno por fomentar el debate público de autocrítica concluido la semana pasada.
Un anterior debate en 2007, poco tiempo después de que Raúl Castro reemplazara en el cargo a su hermano Fidel, había sido bien recibido por los residentes de un Estado que supervisa la mayoría de los aspectos de la vida diaria y administra casi toda la actividad económica.
Pero eso sucedió antes de que los huracanes devastaran gran parte de la isla en 2008 y previo a la tormenta financiera. Hoy Cuba enfrenta una crisis de liquidez, la caída de su producción y la mayor presión proveniente del frustrado pueblo. El gobierno este año redujo al menos 30% las importaciones y 10% el presupuesto estatal, y disminuyó su pronóstico de crecimiento de 6% a 1,7%.
Ahora se les pide a los cubanos que estudien el discurso que dio Castro en agosto ante la Asamblea Nacional donde él aseguró que había terminado el paternalismo “de la cuna a la tumba , porque el país debía aprender a vivir dentro de sus propias posibilidades. Castro pidió a los cubanos que hagan mejor su trabajo para enfrentar los desafíos futuros.
Una agenda de diez puntos elaborada por el Estado sirvió como base para diversas charlas en universidades, lugares de trabajo y organizaciones comunales. El objetivo era incentivar a la gente a reconsiderar los subsidios y las raciones de alimentos.
Al mismo tiempo, el gobierno anunció que cerrará miles de comedores en los lugares de trabajo –a cambio de pagar a los empleados un suma diaria– y que debe desaparecer la ración de alimentos, que se entrega hace casi 50 años e incluía arroz, porotos, azúcar, sal y otros alimentos básicos a precios subsidiados.
Una encuesta telefónica a quienes participaron o tiene conocimiento de las docenas de reuniones realizadas en Cuba indica que es casi unánime el rechazo a la eliminación de la ración de alimentos, pero no surge una explicación clara sobre cómo podría reemplazarse.
Un empleado de un lúgubre local estatal de La Habana central, que vende pasteles de feo aspecto sobre un sucio mostrador, aseguró que la situación se debe a la falta de provisiones y a los bajos salarios. Otros se enojaron ante la sugerencia de que ellos había contribuido a las dificultades económicas.
Los cubanos apoyan los esfuerzos de Castro, pero creen que ellos no son los culpables y que están a merced de la burocracia que él se propone domar.
Cuba ya comenzó a desmantelar su sistema de gratuidades y de productos y servicios subsidiados, incluyendo ayuda para pagar las facturas de electricidad, los almuerzos en el trabajo y las raciones de alimentos.










