

No era difícil predecir que la veda a la exportación de carnes anunciada el pasado 8 de marzo, originaría una disminución del precio del orden de 30%, desatando un elevado nivel de malestar en el sector (ver gráfico). Para hacerlo bastaba con analizar lo ocurrido durante el último episodio serio de aftosa de 2000 cuando Argentina se enfrentó con el cierre de sus mercados de exportación, y el precio disminuyó en una magnitud similar. La diferencia está en que entonces nos cerraron los mercados y ahora, los cerramos nosotros. ¿Para que? Supuestamente para bajar la inflación y disminuir la pobreza.
Usando datos oficiales, en artículos anteriores publicados en esta columna, concluí que es altamente improbable que la prohibición haya tenido un impacto importante (positivo o negativo) sobre la pobreza. También presenté estimaciones de los posibles costos potenciales asociados con la pérdida de credibilidad del país en los mercados internacionales. En este artículo me quiero referir al impacto sobre la distribución del ingreso cuyo mejoramiento también es un objetivo social de importancia.
Para analizar este tema, quiero comenzar mencionando los pilares sobre los cuales se ha determinado la distribución dentro de la cadena de la carne, y cómo puede estar cambiando como consecuencia de las recientes políticas. Esencialmente, durante los 15 años que precedieran a la veda, esta distribución estuvo determinada competitivamente. En el marco de un estudio amplio sobre el sector realizado con algunos colegas, hemos estimado que aproximadamente un 80% de las variaciones de precios internacionales eran transmitidas durante el primer año a los productores locales. Como a su vez, en cada uno de los principales eslabones de la cadena (productores, matarifes, frigoríficos domésticos y de exportación, y ventas minoristas) hay muchos actores, puede concluirse que para un nivel dado de producción, el nivel de ingresos estaba determinado por los precios internacionales y su distribución dentro de la cadena, por las fuerzas competitivas que caracterizan a este sector.
La veda rompió el vínculo entre los precios domésticos y los internacionales. Como consecuencia de esto y de un par de hechos recientes, ha aumentado la probabilidad de que la distribución está empeorando con efectos muy negativos sobre los productores, y mucho menos negativos sobre una fracción minoritaria del segmento frigorífico.
El primer hecho se refiere al levantamiento parcial de la veda para los cortes Hilton anunciado el pasado 26 de mayo. En la misma fecha, también se cuotificaron otras exportaciones por un valor equivalente al 40% de lo exportado el año pasado. Con esta medida, se beneficiaron unos 80 frigoríficos sobre un total de aproximadamente 500 en actividad. Recordemos que estas exportaciones deben ser autorizadas por el Registro de Operaciones de Exportación (ROE), creado especialmente para controlarlas.
El segundo hecho a destacar, es que a pesar del levantamiento parcial de la veda la tendencia de los precios pagados a los productores, continuó siendo decreciente (ver gráfico). Esto se puede deber a que las exportaciones Hilton son tan selectas que este segmento de la demanda no tiene un impacto importante sobre los precios pagados a los productores.
¿Con estos antecedentes, qué se puede decir sobre la distribución del ingreso dentro de la cadena? La diferencia con los anteriores 15 años, es que ahora esta distribución está determinada no por un mecanismo competitivo, sino por políticas aparentemente regresivas. Según el Censo Agropecuario de 2002, había en el país 470.000 personas trabajando en unidades que total o parcialmente se dedicaban a la ganadería. De éstas, había 292.000 personas trabajando en unidades con menos de 200 cabezas cada una. La caída de los ingresos sectoriales del orden de 30% originados por la veda, golpea con plena fuerza sobre estos pequeños productores. Por su parte, en el sector frigorífico trabajan un poco menos de 100.000 personas de las cuales como se infiere de lo dicho, sólo una pequeña fracción se beneficia con el levantamiento parcial de la veda.
Se concluye que las nuevas políticas tendrían efectos regresivos sobre la distribución sectorial del ingreso (pérdidas importantes para los productores y una fracción mayoritaria de los frigoríficos, y mucho menor para un grupo selecto de éstos), y también regresivo pero más amortiguado a nivel nacional.
En resumen, la veda a la exportación de carnes es una política que: i) no tiene impactos importantes sobre la pobreza; ii) ha debilitado la credibilidad internacional del país; iii) ha tenido impactos menores sobre el precio pagado por los consumidores, y i) está empeorando la distribución del ingreso. La buena noticia es que a diferencia de los vaivenes de los mercados mundiales, el Gobierno cuenta con las herramientas para revertir la actual situación.











