

El sistema de salud de EEUU está considerado uno de los más ineficientes e inequitativos de los países desarrollados. El gasto del sector allí representa el 15 % de su PBI y sus resultados lo ubican muy por debajo a otros sistemas como el de Canadá, Inglaterra o España, que destinan entre un 30 a un 40 % menos, medido en términos de su PBI. Los costos de las primas de los seguros de salud son el doble hoy de lo que eran hace diez años, habiendo aumentado cuatro veces más que los salarios. Además, se estima que la mitad de las quiebras de particulares en EEUU son causadas por facturas médicas, mientras que alrededor de 45 millones de personas carece de cobertura y otros 20 millones poseen una considerada insuficiente.
Introducirle reformas fue una aspiración frustrada de otras gestiones como la de Bill Clinton e incluso la de George Bush. Pero es el proyecto de reforma de Barack Obama el que más expectativas y controversias ha generado por el carácter realmente transformador de su propuesta. Este proyecto inicial propone, entre otras iniciativas, la creación de un Seguro de Salud denominada Opción Pública con una doble finalidad: dar cobertura a los millones de personas que hoy no la tienen e intervenir en el mercado a fin de poder regular sus costos vía competencia.
El proyecto logró pasar la Cámara de Representantes pero el senado Norteamericano, que recientemente aprobó la reforma, modificó la esencia del proyecto eliminando la Opción Pública. En su reemplazo se permite a los seguros privados ofrecer planes de cobertura para los que no la tienen. O sea que se tiende a una cobertura más amplia pero sin cambiar el modelo de aseguramiento (exclusivamente seguros privados) lo que hace presuponer que tampoco cambiará el modelo de atención médica ni de facturación. Esto genera fuertes dudas acerca de la viabilidad y sustentabilidad del sistema ya que se estima no se logrará bajar los costos de la atención médica, que, por el contrario, pueden tender a incrementarse. La presión de los poderosos intereses de la salud privada, una cultura norteamericana renuente a todo lo que sea intervención del Estado, incluso en el tema salud, sumado a la necesidad de la gestión Obama de sancionar sí o sí una reforma del sector que fuera una de las principales promesas de campaña, pueden hacer que el proyecto final aprobado (ahora deben ser compatibilizados ambos proyectos, el aprobado por la Cámara de Representantes y el de la Cámara de Senadores) deje afuera la opción pública, perdiéndose una gran oportunidad para que los EEUU reformen su sistema hacia uno más eficiente y equitativo.
En nuestro país la “opción pública es el Sistema Público de Salud. O mejor dicho son los sistemas públicos de salud de cada provincia, ya que es un sistema federal, lo que otorga al país una enorme ventaja comparativa al tener hospitales públicos y unidades sanitarias en cantidad. Nuestro desafío es explicitar esa cobertura, transformando el actual sistema de salud altamente fragmentado en un sistema universal. Una alternativa es avanzar hacia un modelo donde la opción pública sean los Seguros Provinciales de Salud, pero debe ser diferente al tradicional que tienda hacia uno basado en la Estrategia de Atención Primaria, con un enfoque muy fuerte en lo preventivo y promocional y en la responsabilidad nominal de cada familia asegurada.
Más allá del modelo que se adopte, resulta imprescindible que avancemos en la búsqueda de consensos para lograr una reforma de nuestro sistema de salud, asegurando un piso de financiamiento y redefiniendo la relación Nación - Provincias. El objetivo final debe ser un sistema más equitativo y eficiente que facilite la inclusión social y que mejore la calidad de vida de nuestra gente.









