

Hasta aquí el peor enemigo del país ha sido la riqueza del Fisco. Somos países de complexión fiscal, pueblos organizados para producir rentas reales. Después de ser máquinas del fisco Español, hemos pasado a ser máquinas del fisco nacional; he ahí toda la diferencia. Siempre máquinas serviles de rentas, que jamás alcanzan porque la miseria y el atraso, nada pueden redituar Juan B. Alberdi - 1856.
El crecimiento económico cercano al 9% anual para el período 2003-04 puede ser mostrado con orgullo por el Gobierno, ya que contribuyó a bajar la pobreza, el desempleo y a mejorar las cuentas fiscales. Pero a poco de escarbar bajo la superficie, encontramos 9 factores que impulsaron la expansión: 4 externos (bajas tasas de interés internacionales, aumento del precio de la soja, declinación del dólar, recuperación de la economía mundial); y cinco factores locales (devaluación del peso, la brecha entre producción potencial y real generada por 4 años de recesión, el default externo, un manejo razonable de las políticas monetaria y fiscal, y un favorable ciclo político). Siendo el efecto soja el principal: la reducción de los stocks internacionales significó un regalo para nuestro país cercano a los u$s 6.500 millones, 5,4% del PIB. Si le agregamos el multiplicador en otros sectores como maquinaria agrícola, construcción, automotriz, etcétera, más el arrastre estadístico del año anterior, veremos que el 100% del crecimiento del año actual se debe a este factor. El resto de la economía se neutraliza entre los aspectos positivos y negativos.
Si seguimos escarbando, veremos que el Gobierno no ha reestablecido el derecho de propiedad, la seguridad jurídica ni la personal, ni la libre circulación de las personas, ni ha bajado los impuestos; y que, en cambio, pretende aumentar la intervención y los controles del Estado, el congelamiento de tarifas, los impuestos distorsivos, el empleo público, las empresas estatales, etcétera. Ideológicamente, estaríamos tentados a decir que ha pifiado el camino. Pero, nada de ello conmovería a la mayoría de los ciudadanos ni al Presidente que aparentemente comulgan con muchas de sus ideas.
Pero aún con un sombrero estatista y keynesiano, cualquiera podrá apreciar la gravedad de la siguiente situación: desde el 2001 los ingresos fiscales aumentaron unos $50.000 millones. Este logro es muy significativo y está frecuentemente mencionado en la tapa de los principales matutinos. Puede discutirse en qué proporción se debe a la recuperación económica, a la inflación posterior a la devaluación, al aumento de impuestos o a la mejora en la eficacia de los entes recaudadores, pero no es lo más relevante.
¿La pregunta clave es qué se hizo con esa montaña de dinero? Cerca de $15.000 millones se utilizaron para el superávit fiscal primario. Pero, los $35.000 millones restantes se distribuyeron en aumentos de sueldos y de empleados públicos (¿se ofenderán si les decimos ñoquis?), gasto social y mayores transferencias a las provincias, que a su vez les dieron un destino similar. Basta con imaginar que con ese dinero se podría hacer un plan cuatrienal para construir 700.000 viviendas (de $50.000) por año y así, reciclar todas las villas miseria del país en una sola gestión presidencial. Además, se generarían 2.100.000 puestos de trabajo (privados), disminuyendo la indigencia y la marginalidad y por ende mejorando la seguridad.
No es utópico, otros países lo hicieron: los Estados Unidos con Roosevelt, la Alemania de posguerra o la Francia de De Gaulle, donde se invertía entre el 40% y el 50% de cada presupuesto anual.
Otros estados eligieron reducir impuestos y abrir las economías para salir de crisis estructurales: Nueva Zelanda, Irlanda, Holanda, Chile, España, Massachussets, Michigan y Georgia...
Nuestro Gobierno prefirió aumentar los sueldos públicos y las dádivas sociales y mantener a los piqueteros como los nuevos punteros políticos, aunque más radicalizados. La ironía es que ahora propone un plan de 100.000 viviendas, pero financiado con nueva deuda del BID!!!
Mientras tanto, el contexto global está cambiando: las tasas de interés suben, la soja baja, la brecha de producción se agota y el panorama político-social se complica. Por fortuna, el invierno es suave y no se nota la escasez del gas.










