

Larry Silverstein se siente afortunado. El magnate del sector inmobiliario, que adquirió el alquiler del Word Trade Center sólo seis semanas antes del ataque terrorista de al-Qaeda, escapó de la muerte de pura casualidad.
Ese 11 de septiembre no asistió su habitual desayuno de trabajo en el restaurante Windows on the World ubicado en el último piso de la Torre Uno, porque tenía turno con el dermatólogo.
Silverstein promete que volverá a construir en ese lugar tal como indica su plan maestro. Confía en su éxito pese a que enfrenta obstáculos legales y dudas de todo tipo en cuanto a la financiación del proyecto.
Sus planes ya lo enfrentaron con aquellos que querían que ese sitio fuese un lugar conmemorativo de las 2.800 víctimas; con Daniel Liberskind, el arquitecto detrás del plan maestro original cuya visión fue luego rechazada; y con SwissRe y 23 otras aseguradoras que estaban fijando los últimos detalles de su cobertura cuando se derrumbaron las torres.
A principio de este año Silverstein perdió una batalla legal con las aseguradoras, donde sus abogados argumentaron que se trata de dos siniestros y, por lo tanto, exigen dos indemnizaciones.
Ahora enfrenta un segundo juicio, pero aún si lo gana, la suma máxima que recibirá será de u$s 4.500 millones, y no u$s 7.100 millones que él reclama.
Sus problemas legales crearon dudas sobre si el grupo inmobiliario de Silverstein podrá pagar su parte en el nuevo proyecto de 6,4 hectáreas.
Pero en una entrevista en su oficina en la Quinta Avenida, el desarrollador insistió que, cualquiera sea el resultado del último juicio, él personalmente supervisará la construcción del World Trade Center.










