

En el 4º trimestre de 2005, la inversión bruta trepó hasta 22,2% del PBI, superando así el techo de este ratio durante los ‘90 (21,7% de fines de 97). Este guarismo se alcanzó merced al boom de la construcción (13,8% del PBI, récord histórico en la serie trimestral), y el fuerte – aunque menos impresionante – avance del restante componente: la inversión en equipo durable (8,4% del PBI).
A primera vista, esta auspiciosa trayectoria de la variable clave para la sustentabilidad del crecimiento económico resulta difícil de conciliar con la idea muy difundida de que el discurso económico y ciertas decisiones anti-empresa de Kirchner tienden de hecho a espantar inversiones. Sin embargo, si se abre la perspectiva y se evalúa la cuestión con un criterio más amplio, lo sorprendente puede pasar a ser exactamente lo contrario; esto es, que la inversión en equipo durable (la más significativa a la hora de evaluar la evolución de la capacidad productiva nacional) todavía no haya alcanzado el techo de los ‘90, vigente desde 1997. La inversión de la carga del argumento cobra sentido cuando tomamos conciencia de que en la actualidad y por primera vez en mucho tiempo, en el país se presentan un par de condiciones muy propicias para la formación de capital reproductivo. En primer lugar, las empresas locales están disfrutando de tasas de rentabilidad muy generosas; probablemente, las mejores en décadas. El cambio de precios relativos post-devaluación y la fortísima recuperación económica mejoraron sustancialmente los balances de las empresas en la gran mayoría de los sectores. Para corroborar esta afirmación, analizamos la evolución del ratio ROA (Ganancia/ Activos) de las empresas cotizantes en Bolsa. Excluyendo del cálculo a los bancos y los concesionarios de servicios públicos, podemos comprobar que el ROA mediano del último trimestre del 2005 (4,6%) resultó ser el mayor de los diez años que abarca el ejercicio. Si se desconfía de la representatividad y confiabilidad de este resultado, hay a mano varios otros indicadores (por caso, el rubro “Utilidades pagadas de la Cuenta Corriente o la recaudación del Impuesto a las Ganancias) que ratifican la idea de un presente muy auspicioso para los balances empresariales.
A esta dulce coyuntura que disfrutan las firmas locales, se le suma un factor crucial para disipar la incertidumbre y alentar las apuestas expansivas a futuro: un contexto macroeconómico muy favorable. Los holgados superávit gemelos (fiscal y externo) que ostenta el país en la actualidad despejan el riesgo de reedición de una crisis financiera, ese estigma que nos castigara recurrentemente en las últimas décadas, haciendo inviable a cualquier proyecto que demandara previsibilidad a largo plazo.
Rentabilidad extraordinaria y macro sana “a prueba de crisis . Esta inédita conjunción de condiciones conforma un escenario muy favorable que bien podría hacer pensar en un aluvión de inversiones en equipo durable. Sin embargo, si bien esta variable ha crecido vigorosamente, todavía está casi un punto del PBI por debajo de los niveles máximos de los ‘90; época en la que la rentabilidad empresarial era inferior, y en la que los déficit fiscal y externo lucían como un frente de vulnerabilidad del esquema (aunque – justo es decirlo – por entonces pocos lograban abstraerse del encanto por la Convertibilidad).
Es cierto que hay un encarecimiento relativo de los bienes de capital respecto a los ‘90. Es cierto también que la incertidumbre respecto al abastecimiento energético puede estar disuadiendo algunas apuestas expansivas en la industria. Pero aún considerando estas adversidades, la evidencia presentada tendería a confirmar lo que es una presunción ampliamente difundida: el clima de negocios hostil que supo crear el kirchnerismo parecería costarnos unos cuantos puntos de inversión en capital reproductivo, que –a la sazón– nos pasarán la factura en términos de un menor crecimiento económico futuro.










