

Acompañada por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, Felisa Miceli emprenderá hoy su primer viaje internacional como ministra de Economía, que no servirá sólo para presentarse en sociedad ante la comunidad política y empresaria de la Península Ibérica.
Es que el nuevo mapa de las relaciones argentinas con los países del Grupo de las Siete naciones industrializadas (G-7), deja al de José Luis Rodríguez Zapatero como uno de los pocos gobiernos que podrían servir de puente para un acuerdo entre Kirchner y el Fondo Monetario Internacional.
Desde que asumió, el presidente argentino buscó cultivar buenas relaciones con España, pese a las vicisitudes que le generaron (y continúan generando) las renegociaciones con las privatizadas y la crispación internacional que generó el canje de la deuda en default.
Hoy, con la reestructuración ya aceptada por la comunidad internacional y tras la Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata, Kirchner sabe que sus relaciones con el mundo desarrollado cambiaron de color. Por empezar, el gobierno de EE.UU. ya no se plantará ante el G-7 para que la Argentina alcance un nuevo acuerdo con el Fondo, como lo hizo durante 2003, en los dos acuerdos posdefault. Lo dijo públicamente George Bush en Mar del Plata. Ahora que se recuperó, Washington cree que el país más austral del mundo puede negociar por sí solo con el Fondo. EE.UU., aclaró, se limitaría a acompañar el consenso (o la falta de consenso) que logre generar la Argentina. En el seno del G-7, la Argentina ya no se granjea las simpatías de Canadá, cuyo primer ministro, Paul Martin, fue uno de los que en Mar del Plata expresó su molestia ante la negativa argentina de avanzar con el ALCA.
Aún hay mucha tela por cortar en el trato con Alemania, Italia y Japón, donde está gran parte de los bonistas que no aceptaron el canje (holdouts) y que todavía tienen en sus manos títulos argentinos por cerca de u$s 20.000 millones. E Inglaterra está cómoda entre los principista, refractarios a la lógica K.
En el medio, la gerencia del FMI no tiene problemas en seguir cobrando sin desembolsar un dólar a la Argentina, como hace desde mediados del 2004.
Cambiar esa postura sin ceder a las condicionalidades del Fondo será el gran desafío de Miceli durante 2006, año con vencimientos manejables.
Parte de la misión de Felisa será entablar buenas relaciones con los colaboradores de Rodríguez Zapatero que hoy tienen llegada privilegiada al FMI. En particular, al director-gerente, Rodrigo Rato.
Miceli y Rato ya dialogaron por teléfono, pero aunque se sepa que el FMI tiene las uñas filosas, el organismo las mostrará recién cuando la ministra le acerque el documento prometido sobre política económica. En ese contexto, toda ayudita que aporte España será bienvenida.










