Con los megadesembolsos que anunciaron la Argentina y Brasil para pagarle al FMI, el organismo recibió un gran regalo de fin de año: su cartera de créditos con los países emergentes se reducirá de los 65.700 millones de dólares pasó a 44.111 millones de dólares. Pero no todo son rosas. La movida de los principales socios del Mercosur le trajo dos problemas imprevistos que apuntan directamente al corazón de las críticas contra dicha institución: el rol que le cabe hoy al Fondo. Por un lado, pusieron en evidencia el exceso de burocracia y de recursos humanos disponibles para monitorear países. Por el otro, y quizá el más importante, presiona a la entidad a la modificación urgente de su sistema tradicional para captar recursos.

“El Tesorero del FMI puede estar muy contento ya que la exposición se reduce. Ahora bien, los accionistas y el sector comercial se enfrentan a un problema de identidad muy grande, sobre cuál es el rol y su función de auditoría, cada vez más desactualizada y reducida , opina el especialista Alejandro Vanoli.

En efecto, ahora Turquía pasa a liderar el ránking de deudores, representando un 35% de la cartera (con u$s 13.662 millones en préstamos), contra un 25% a fines del 2004. Indonesia, que el año pasado estaba en el cuarto lugar, se ubicará segunda, con cerca de u$s 8.030 millones en créditos. Y Uruguay quedó ahora entre los tres mal alumnos, con una sobreexposición de su cuota de 525% y créditos por u$s 2.324 millones.

Durante los ‘90, los puestos de trabajo en el FMI florecieron a la par de los megapaquetes de rescate. Hoy la realidad es otra. Se pasó de 32 países que tenían un acuerdo con el organismo hace dos años a sólo 15 (sobre 184 miembros) que tienen monitoreo permanente. El resto se maneja con una modesta auditoría anual enmarcada dentro del artículo IV. Sin ir más lejos, la semana pasada el FMI decidió en Brasil levantar su oficina permanente, y puede que suceda lo mismo con la Argentina. “Si el Fondo fuera una entidad privada seguro habría un ajuste , ironizan desde Washington.

Por eso fue imposible evitar observar las caras largas los funcionarios del FMI en Washington. Pese al festejo inicial con la decisión de Brasil, hasta ahora el mayor deudor del organismo (a diciembre del 2004 representaba el 30% de los créditos) cayó como un balde de agua fría la precipitación del anuncio argentino, que no dio tiempo de reacción para las críticas. Según fuentes allegadas al equipo económico, Kirchner apresuró su decisión tras el anuncio carioca, entre otras cuestiones, para que el FMI no tuviese margen de maniobra en su respuesta. Y así sucedió: Rato no pudo más que felicitar al Presidente, así como lo hizo con Lula.

Pero que sean dos de los tres más grandes acreedores (y no uno) los que se bajan de la cartera de créditos le trae más de un dolor de cabeza al Fondo. Sucede que el organismo fue sorprendido en medio de un gran debate mundial sobre cómo la institución puede captar más recursos.

Mayor costo financiero

Una idea en estudio que iba a discutirse tras el receso de fin de año era la posibilidad de que la entidad cree una cuenta de inversión que, a modo de ejemplo, permita la compra de títulos públicos del Tesoro de EE.UU. Al margen de que esta iniciativa puede ser cuestionada debido al conflicto de intereses aparente (de que sea el FMI quien supervise a un país del cual posee bonos en su cartera), se suma un nuevo problema. Si hay menos deudores, automáticamente debería elevarse la tasa de interés para captar la misma cantidad de recursos.

El costo financiero del FMI para los países en desarrollo hoy es de entre 3,5% a 6,22% (la Argentina pagaba hasta ahora una tasa promedio 4,61%).