Pocos temas pueden unir a militares europeos, estudiantes de religión uzbekos, contratistas coreanos y futuros agentes de la CIA. Pero lo cierto es que, como consecuencia de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, el aprendizaje de la lengua árabe se ha convertido en uno de estos temas.

Por diferentes razones, los acontecimientos desencadenados por estos ataques han disparado el número de gente que estudia árabe en todo el mundo. A su vez, esto se tradujo en un negocio floreciente en El Cairo, que tradicionalmente ha sido un centro de aprendizaje para los estudiantes de religión y los servicios diplomáticos.

Los institutos de idiomas y los departamentos universitarios de lenguas de la capital de Egipto que, en algunos casos hace cinco años pensaban en cerrar, ahora deben esforzarse para cubrir una demanda que ha tenido un crecimiento constante.

Profesores y estudiantes opinan que esto se debe, principalmente, a que Estados Unidos y otros países occidentales han descubierto que el mundo no es tan unipolar como creían al finalizar la Guerra Fría. En el nuevo orden mundial, el árabe y el mandarín ocupan el lugar que tenía el ruso.