En su medida más tradicional, se estima que el índice de tipo de cambio real se ubicará a fin de año en 185, tomando como base 100 fin de 2001. Este elevado margen a favor de la competitividad local surge de comparar la trayectoria del dólar con la del índice de precios al consumidor. Sin embargo, el colchón se achica casi 23 puntos, hasta 162,6, si al dólar se lo corrige por la evolución del gasto público consolidado en pesos corrientes. Dada la relevancia de este segundo indicador, el Gobierno debería comenzar a concentrarse en mejorar la calidad del gasto, si es que aspira a un horizonte prolongado de tipo de cambio real elevado.

Cuando el ex ministro de Economía Jorge Remes Lenicov anunció, a principios de 2002, que la nueva paridad con el dólar habría de ser 1,4 pesos, se interpretó que el gobierno de entonces buscaba lograr un ajuste del gasto público en dólares de 28,6 % (al ser dividido por 1,4). Así, el total de erogaciones primarias de nación y provincias, que en 2001 había sido de 67,2 mil millones de pesos (dólares), en la visión de Remes pasaría a ser de equilibrio con transformarse en 48 mil millones de dólares, que es la cifra que se obtiene dividiendo por 1,4.

Más allá de la discusión acerca del punto en el cual se llega a una situación sustentable y de lo que ocurrió después con el tipo de cambio, la referencia permite un ejercicio útil, vinculado tanto con la evolución del gasto público como con el nivel de la paridad que remite a esa noción de equilibrio. Pues bien, a un tipo de cambio de 2,9 pesos como el actual, el gasto público consolidado medido en dólares corrientes está llegando en 2005 a una cifra del orden de los 45,2 mil millones de dólares, muy cerca de los 48 mil millones aludidos más arriba. Es más, si Nación y provincias expandieran las erogaciones un 10% durante 2006, estas pasarían en pesos a un nivel de 144,1 mil millones, que divididas por 2,9 serían 49,7 mil millones de dólares, superando la cota implícita. En otras palabras, con un gasto público en pesos subiendo un 10 % en 2006, el tipo de cambio necesario para estabilizarlo en 48 mil millones de dólares ya no sería el actual sino uno de 3 pesos. Si las erogaciones consolidadas subieran 15 % en lugar de 10%, entonces el dólar Remes pasaría a un nivel de 3,14 pesos.

Por supuesto que hay otros factores que hay que tener en cuenta para hacer comparable el 2005 con el 2001. La inflación de EE.UU. importa, ya que es más apropiado un cálculo en dólares constantes. También lo que ocurrió con el nivel de actividad, porque el gasto que puede financiarse en forma sustentable es mayor si la economía crece. Pero también es cierto, en la dirección contraria, que en 2001 había déficit primario del sector público, por lo que una parte del crecimiento económico posterior debe asignarse a lograr un superávit fiscal consistente. Otro elemento que hace compleja la comparación es la mayor ponderación de obra pública que tiene hoy el gasto respecto de 2001.

Aún con esas salvedades, el gasto público es un buen sustituto del IPC para medir el tipo de cambio real. Después de todo, la demanda derivada de las erogaciones presupuestarias se concentra en forma preponderante en bienes y servicios no comercializables internacionalmente, por lo que su expansión (bajo ciertas condiciones) puede ir anticipando la trayectoria de los precios de esos sectores, que son los que definen la competitividad.

El tema es que si se toma el gasto público como corrector, el tipo de cambio real no es tan alto (competitivo) como se estima cuando se utiliza el IPC. Es que el gasto público consolidado completará en 2005 una suba de 95 % con respecto a 2001, contra una inflación minorista acumulada de 71,3 % (suponiendo 10,5 % este año).

Así, con el dólar nominal en torno a 2,90 pesos, el índice de tipo de cambio real bilateral tradicional se ubicará en 185 a fin de año, sobre una base de 100 en 2001.

En cambio, si el corrector que se utiliza es el gasto público consolidado el índice de 2005 (base 100 en 2001) pasa a 162,6, casi 23 puntos por debajo de la medida tradicional de tipo de cambio real.

Como la trayectoria del gasto público tiende a anticipar la evolución de los precios de los bienes y servicios no transables, la preocupación del Gobierno por un tipo de cambio real alto debería tener un corolario: moderar la expansión de las erogaciones presupuestarias. Como, a su vez, pese al aumento del 95% estimado para el gasto público consolidado desde 2001 todavía quedan servicios y obras públicas por ampliar y mejorar, entonces la defensa del tipo de cambio real alto tiene un mensaje adicional: habrá que concentrarse en mejorar la calidad del gasto. De lo contrario, volveremos a la historia de la frazada corta.